miércoles, 27 de febrero de 2013

“Cuando acabe el invierno”, de Mary Ann Clark Bremer


Cuando acabe el invierno es la continuación de Una biblioteca de verano (Periférica, 2012), uno de los libros memorialísticos que escribió esta escritora, nacida en 1928 en Nueva York y fallecida en Ginebra en 1996. Una biblioteca de verano contaba en parte sus vivencias durante la Segunda Guerra Mundial, cuando sus padres murieron en un viaje en barco, atacado por un submarino alemán. Mary Ann también fue herida y pasó una larga temporada en un hospital. Después de contar la relación con uno de sus tíos que vive en Francia, la mansión en la que vivía y su fantástica biblioteca, el volumen finaliza cuando conoce al que más tarde sería su marido y su posterior traslado en 1950 a Israel.

Este nuevo volumen, muy breve también como el anterior, comienza años después de la muerte de su marido en la guerra en Israel, en 1956. La autora atraviesa una larga temporada muy desorientada, con pocas amistades y con el constante recuerdo de las tragedias familiares que han condicionado su vida. La solución a la tristeza que la invade son continuos viajes por todo el mundo buscando algo que dé sentido a su vida. No se lo da la relación con un hombre equivocado, contada muy de pasada, pero gracias a algunas amigas y a la constante compañía de los libros de Virginia Woolf encuentra la fuerza necesaria para salir adelante y afrontar de otra manera el presente y el futuro.

La autora cuenta su vida de una manera muy leve y poética, con pocas informaciones, atendiendo más bien a los minúsculos detalles. Lo determinante es mostrar, aunque sea de manera tenue, su exquisita sensibilidad y su intimidad. La escritura es, para ella, el refugio donde disecciona sus sensaciones: “el cuaderno no era –escribe- mi confesor, sino el taller donde me abría en canal a mí misma y analizaba mis vísceras y mis pensamientos”. La levedad va unida a una fragmentariedad un tanto caótica con la que va almacenando recuerdos e ideas de unos años repletos de viajes, nueva amistades, cosmopolitismo y el nuevo rumbo que quiera dar a su vida, más auténtico.

Cuando acabe el invierno
Mary Ann Clark Bremer
Periférica. Cáceres (2013)
80 págs. 14 €.


lunes, 25 de febrero de 2013

“La soledad del corredor de fondo”, de Alan Sillitoe


 
Publicado en 1958, un año después de Sábado por la noche y domingo por la mañana, su debut literario, estos dos libros representan lo mejor de la prolífica obra literaria de Alan Sillitoe (1928-2010), uno de los máximos exponentes, junto con Kingsley Amis, John Braine y John Osborne, de la denominada Angry Young Men, un grupo de escritores que manifestaron su rechazo contra el devenir de la vida política y literaria inglesa con un tipo de libros que mostraba, con crudeza y al natural, la vida de la clase trabajadora inglesa tras la Segunda Guerra Mundial. Sillitoe nació en la ciudad de Nottingham, al norte de Inglaterra, y, como su padre, trabajó en una fábrica de bicicletas, lo mismo que muchos de los personajes de sus libros.

Sábado por la noche y domingo por la mañana y La soledad del corredor de fondo exponen desde dentro la escala de valores de una clase social cuyo horizonte vital consiste muchas veces es sobrevivir como sea y en disfrutar de la vida de una manera muy a ras de suelo, sin grandes expectativas y desconfiando de las grandes ideas, de las autoridades y de todo lo que tiene a su alrededor. El punto de vista de Sillitoe no coincide con el de muchos escritores de izquierdas que a la hora de reflejar la difícil vida de los trabajadores caen en un buenismo idealista y moralista que, en su explícita moraleja, está fuera de la realidad.

Este volumen está formado por un conjunto de relatos del que sobresale con luz propia La soledad del corredor de fondo, del que existe una magnífica version cinematográfica de 1962 interpretada por Tom Courtenay y dirigida por Tony Richardson. Escrito en primera persona, cuenta la vida del joven de diecisiete años Colin Smith, recluido en un reformatorio después de haber sido detenido por robar en una panadería. No es la primera vez que comete un atraco; lleva ya tiempo dando pequeños golpes con otros amigos, su única ambición. Vive con su madre y tres hermanos pequeños. Su padre ha fallecido hace poco. En el reformatorio, descubre que se le da bien correr campo a través, afición que le permite, mientras corre, alejarse del reformatorio y soñar con algo parecido a la libertad. En las últimas semanas, Colin, que va a representar al reformatorio en una importante competición de atletismo, disfruta de algunos privilegios y de más comodidades, con la confianza del director de que sea el campeón.

Pero Colin no es un personaje fácil de teledirigir ni de manipular. Lleva en las venas la rebeldía social, el hartazgo de lo que algunos entienden como vida honrada, la que le proponen en este caso los miembros de una sociedad contra los que él está eternamente enfrentado. Su relato es duro, sin aristas, tremendamente airado. Colin no acepta integrarse en una sociedad que desprecia. En su actitud no hay una solidaridad de clase, ni siquiera una rebeldía política.

Intentando describir la catadura moral y social del protagonista de esta narración, escribe lo siguiente Kike Amat en el interesante prólogo de esta edición: “Son las piezas que los sociólogos y los trabajadores sociales nunca han sabido cómo agarrar. La clase se define aquí por la ausencia completa de perspectivas halagüeñas, no por la situación económica presente: su alineación es demasiado profunda para solventarse con mejoras arquitectónicas, sociales, educativas o laborales. Los personajes iniciales de Sillitoe son como punks, skins y sans cultotes; su posición es el escupitajo y el puñetazo y la farra, no la asamblea democrática ni la manifestación reclamando derechos. El mandamiento principal es no arrodillarse ni pedir limosna, el más alto atributo la dignidad personal”.

Al igual que en Sábado por la noche y domingo por la mañana, que cuenta las vicisitudes laborales y amorosas del joven Arthur Seaton, Sillitoe consigue que este relato esté repleto de verosimilitud, acertando en la elección de las palabras y en la descripción del carácter altivo y orgulloso del protagonista. No se refleja, ciertamente, una realidad cómoda, pero el excelente trabajo literario que realiza Sillitoe le sirve para describir la esencia sórdida y beligerante de una realidad que resulta muy complicado de atrapar.

El resto de los relatos también se enmarcan en ese mismo ambiente social. Sin embargo, en su desarrollo son más previsibles, con menos garra, aunque tienen el plus de pintar sociológicamente y con naturalidad el estilo de vida de la clase trabajadora, con personajes orgullosos de su dignidad –lo único que muchas veces tienen- o que son víctimas de la abulia, la desidia, del ambiente y las circunstancias.


La soledad del corredor de fondo
Alan Sillitoe
Impedimenta. Madrid (2013)
246 págs. 19,95 €.
T.o.: The Loneliness of the Long Distance Runner. Traducción: Mercedes Cebrián.

sábado, 23 de febrero de 2013

“Cambios”, de Mo Yan


Premio Nobel de Literatura 2012, Mo Yan nació en 1955 en Gaomi, en la provincia de Shandong, en el seno de una familia de origen rural. Publicó su primera novela en 1981 y consiguió renombre nacional e internacional cuando en 1987 publicó Sorgo rojo, novela que ese mismo año fue llevada al cine por Zhang Jimou. Desde entonces, Mo Ya ha seguido publicando novelas que le han reportado un enorme prestigio internacional. Como valoró la Academia Sueca al concederle el Noel de Literatura, “con una mezcla de fantasía y realidad, de perspectiva histórica y social, Mo Yan ha creado un mundo que en su complejidad recuerda a los de escritores como William Faulkner y Gabriel García Márquez, tomando al mismo tiempo como punto de partida la tradición literaria china y la cultura narrativa popular”. Este singular “realismo alucinatorio” añade también a veces una agobiante complejidad a sus historias, todas ellas ambientadas en la realidad rural china.

Se publica ahora en castellano Cambios, un breve texto biográfico del autor en el que recuerda, a grandes rasgos, algunos momentos de su vida. No hay ningún afán exhaustivo ni tampoco un deseo por desentrañar las claves de su pensamiento y de su literatura. De hecho, todo lo referente a su dedicación a la escritura se cuenta muy de pasada, sin que explique los motivos por los que decidió ser escritor, ni su formación, lecturas, influencias, etc.. De manera muy sintética, el libro es un mero recuento de los pasos más importantes de su vida, con una especial atención a los recuerdos escolares y a su etapa como soldado.

Las primeras páginas del libro están dedicadas a su vida a partir de 1969, cuando acaba de ser expulsado del colegio. No están muy claras las causas –quizás por indisciplina-, pues a Mo Yan le encantaba ir al colegio. Con humildad, dice que él era en aquellos años “muy poca cosa, un desgraciado desde la infancia”. En esta primera parte habla del colegio, de algunos de sus profesores y de aquellos compañeros con los que estaba más unido, en especial de Lu Wenli y He Zhiwu, personajes que vuelven a aparecer en su vida muchos años después, sobre todo He Zhiwu, para Mo Yan “el personaje principal de este escrito”. A partir de su expulsión, comienza a trabajar en el campo y, desde 1973, lo hace en una fábrica. Por esas fechas ya había intentado ingresar en el Ejército Popular de Liberación, lo que consigue en 1976. Su progresivo ascenso profesional está ligado a su vida militar. Aunque no tiene estudios universitarios, gracias a su constancia e inteligencia, empieza a desempeñar puestos de más responsabilidad dentro del Ejército, dedicándose a la enseñanza como profesor de economía política y filosofía.

En 1978 consigue poder estudiar también creación literaria, su auténtica pasión. De manera casi telegráfica cuenta que, tras escribir algunos relato, publica en 1981 su primera novela. En 1984, aprueba el examen de ingreso en el Departamento de Literatura del Instituto de Arte del Ejército de Liberación y en 1988 consigue ser admitido en el curso de posgrado sobre Literatura organizado por la Universidad Normal de Pekín. Un año antes, en 1987, publica la novela que supuso su consagración, Sorgo rojo, novela que ese mismo año fue llevada al cine.

Pero el peso de la narración no se lo llevan estos recuerdos profesionales y literarios. Mo Yan vuelve una y otra vez a su vida en Gaomi y a algunos recuerdos que, con el paso de los años, adquieren un carácter simbólico, como el constante recurso a la fascinación que sintió tanto Mo Yan como He Zhiwu por un camión de origen soviético desechado en el año 1953 y que todavía conduce el padre de su compañera Lu Wenli. La obsesión por ese camión le sirve al autor para contar también a grandes rasgos la vida de su amigo y compañero, He Zhiwu, que refleja muchos de los cambios que se han dado en China en los últimos decenios, pasando, como se aprecia en la novela, de un mundo rural muy atrasado a la generalizada modernización del país.

Libro muy sencillo, memorialístico, sin grandes pretensiones, donde el Premio Nobel de Literatura cuenta, a grandes rasgos, su vida hasta su consagración como escritor. Eso sí, en ningún momento se plantea Mo Yan dar cuenta ni de su pensamiento político y literario, ni de su mundo interior.

Cambios
Mo Yan
Seix Barral. Barcelona (2012)
128 págs. 16,49 €.
T.o.: Biàn. Traducción: Anne-Hélène Suárez Girard.

jueves, 21 de febrero de 2013

Esotérico por un día


Recupero un relato-reportaje que escribí hace ya muchos años en el que muestro mi asombro por el auge que tiene el esoterismo en nuestra cultura racionalista contemporánea. Y una advertencia: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. El "XIII Foro Internacional de Ciencias Ocultas y Espirituales" que menciono aquí se celebró en Madrid del 1 al 10 de marzo de 2002.


Por aquellos días no atravesaba yo precisamente una de mis mejores rachas. En el trabajo, el aburrimiento se había apoderado de mis planos proyectos; en el dinero, había entrado en barrena por culpa de los intereses de la hipoteca; en el amor, nada nuevo sobre el fláccido horizonte del corazón; de salud andaba secretamente fastidiado, con un emergente problema de varices antiestéticas y conato de hemorroides; en la familia, las cosas estaban como siempre, viendo juntos la televisión, sin espasmos ni noticias alarmantes y sin traumas por el dichoso mando a distancia; con los amigos, inmerso en esa perseverante, festiva y monótona tranquilidad que algunos, los entusiastas, llaman felicidad. Desde hacía muchos meses, mi horóscopo (cáncer) repetía que no esperara grandes novedades de la vida. Mis horas transcurrían sin sobresaltos, con un ritmo cadencioso y normal.
 
Sin embargo, leves señales cósmicas que salían de mi aburrido interior, difíciles de explicar, me anunciaban tímidamente que algo extraño o gordo iba a transformar mi pastosa vida, y muy pronto, porque no era normal tanta asepsia cotidiana ni tanta concatenación de momentos previsibles. Con otras palabras, y así emanaba del análisis de la Luna, mi satélite preferido: que me fuese preparando para la irracional movilidad a la que me condenaban los astros. Incluso en un libro sobre los signos del zodíaco se advertía de la irremisible tendencia de los cáncer al desdoblamiento de la personalidad, a la esquizofrenia caprichosa. Los de cáncer somos así: utópicos, imprevisibles, irritantes, volubles, con tendencia a la melancolía, la nostalgia y la soledad. Además, ni olvidamos ni perdonamos, que quede bien claro.
 

Según todos los síntomas, y los libros que estaba leyendo de manera obsesiva, una sombra negra se cernía sobre mi horizonte vital. Pero lo que yo era capaz de vislumbrar con tanta certeza, con una seguridad que empezaba a mosquearme, nadie más era capaz de intuir. Ni mis amigos ni mis hermanos sentían la llamada del fracaso, del estrépito, de la tragedia, verdaderas claves de mi existencia en aquellos inolvidables días. Fueron momentos epilépticos, y más todavía cuando leí que Proust, Kafka, Hemingway, Hermann Hesse eran también cáncer, lo que me provocó un orgulloso cosquilleo, y eso que apenas los había leído (en estos libros sobre horóscopos no venía por ningún lado el signo de Marcial Lafuente Estefanía, Corín Tellado, Antonio Gala y Lucía Etxebarría, por este orden, mis escritores más admirados) Algo misterioso estaba ocurriendo dentro de mí. Me sentía como poseído, inundado de una electrizante y anormal vitalidad paranormal. Mis amigos empezaron a decirme que a lo mejor estaba endemoniado, depresivo o poseído (no les faltaba razón: tanto Plutón como Venus, mis planetas adversarios, me rodeaban por todas partes).

Una amiga del trabajo, entendida en materias esotéricas, un poco bruja, preocupada por mi desquiciada y ausente actitud laboral, me regaló primero una ágata amarilla, una especie de talismán infalible para los cáncer con síntomas pre-depresivos; pero cuando vio que ni la ágata, ni el perfume de sándalo, ni el tamarindo me hacían ningún efecto, decidió acompañarme a ver a un conocido que se dedica en sus ratos libres a la adivinación. Sería mi primera visita a un vidente.

Esa mágica consulta (30 euros), intensa, alucinante, premonitoria, supuso un cambio trascendental en mi vida. Sin yo saberlo, sin haber acudido a ninguna academia ni haber hecho ningún curso por correspondencia, por arte de magia, de Belcebú o de Isis, me vi convertido en un auténtico vidente, poseedor de una sabiduría ancestral, y de unos poderes que más quisiera para sí cualquier vidente de postín. El amigo de mi amiga, muy sorprendido, había visto algo misterioso en mí, sin ningún género de dudas, como una y otra vez demostraban las cartas; todos los signos externos, sensoriales, espasmódicos y telequinésicos, delataban la gravedad de mis poderes, la fortaleza de mi aura (pensé incluso en poner la foto de mi multicolor aura en la cabecera de mi cama), la energía de mis sentidos, la totalidad de mi mirada, el equilibrio que emanaban mis sudorosas y sanadoras manos, el tono orientativo y meloso de mi voz, mi fuerza mental para la sanación, mi dominio innato del futuro, de la videncia, de la astrología, de las fuerzas ocultas...

Y todo esto sin yo saberlo. De la noche a la mañana me vi convertido en un aspirante a médium, en un vidente privilegiado. Algo orgulloso surgió de mi interior: ¡que se preparen los rappel del mundo, los octaviosaceves, las aramísfuster...! Mucho cuidado porque aquí está... No, con ese nombre de electricista en paro no iba a ningún lado. Tendría que buscar un nombre artístico, algo exótico, quizás hindú, algo que anime a la confidencia, que sugiera, que dulcifique... Sí, sería el Doctor Camilo Troilo. Lo de doctor le daría a mi nueva profesión un tono científico, que siempre viene bien para dar a esto una sobredosis de autoridad y de prestigio racional.
 
Ahora faltaba definirme, especializarme. No está el patio para dedicarse a la videncia en general, así, a palo seco. La competencia es abrumadora y exige un grado de especialización que más quisieran para sí otros oficios artísticos. Aquí no basta con decir que eres capaz de leer el futuro (eso ya lo hace cualquiera), ni que sabes leer el tarot (hay hasta cursos por fascículos en los quioscos), ni que eres capaz de comunicarte con los muertos (nunca los muertos han hablado tanto como ahora), ni que eres el hombre indicado para llevar asuntos bursátiles (a los bancos les ha salido una inesperada competencia), ni que tienes regulares reuniones en el patio de tu casa con antiguos dioses egipcios (¿quién no ha tenido alguna vez este tipo de contactos?). Lo dicho: o te especializas en astrología, reiki, autoestima, control mental, psico-hiz, tao sexual, filtros de amor, aura, localización de nudos emocionales, o ejercerás esta profesión sin pena ni gloria, abrumado por la imaginación de la competencia.
 

La solución a todos estos grandes interrogantes de la vida estaba en un anuncio en el periódico: el próximo fin de semana se celebraba el XIII Foro Internacional de Ciencias Ocultas y Espirituales, en Madrid, en el vestíbulo de la Estación de Atocha-Cercanías, dos euros la entrada.

Casi corriendo, vestido con un fular fucsia de mi hermana pequeña, acudí a lo que interpreté como una llamada y una misteriosa cita astral. Allí se desvelaría mi futuro, allí observaría las tendencias, las modas, lo que se lleva, para lo que he nacido. Allí me decantaría por una especialidad, por un camino seguro. Allí asentaría las bases de mis creencias esotéricas. Allí bautizaría mi nuevo nombre y mi nueva religión. Allí se daría mi conversión final, sobre todo estética, pues ya sabía yo que o primero que hace un vidente es aplicar sus saberes ocultos al diseño, la moda y el tocador.

Nada más entrar en el Foro sentí una fuerte sacudida, una ráfaga de emoción, una mano invisible que me tocaba el hombro con fuerza. “Es él”, sentí. “Mi espíritu anglo-indio protector. No estaría solo...”. Pero no, no era ningún hada ni espíritu celestial, sino que se trataba del vigilante jurado, que me obligó a abonar los dos euros de la entrada, pues con tanta emoción esotérica había entrado sin pagar.

Lo primero que hice, después de recoger los kilos de publicidad que daban en la entrada, fue dirigirme a la caseta más próxima, donde un cuidadoso dependiente con pinta de licenciado en filosofía pura por la Universidad de Berlín o de Tirana, abotargado de piercings, me leería la mano... por ordenador. La experiencia fue totalizadora y sublime, aunque el dependiente, a la vez que el ordenador hacía su trabajo, echaba un vistazo al Marca. Mientras el ordenador desvelaba mis más acuciantes secretos, pensé en el futuro de la humanidad: se acabaron las agotadoras gitanas; se acabaron también los que se ponen en el Lago del Retiro madrileño, pasando frío. Las Nuevas Tecnologías revolucionarán también un mundo romántico que conecta a través de sus oficiales intermediarios –nosotros, los videntes- con los saberes más inmortales y ocultos. Ahora, un sencillo programa de ordenador, que se venderá dentro de poco en los grandes almacenes, te facilitará la dura tarea de conocerte a ti mismo de manera regular, para poder aventurarte con más y mejores garantías por este proceloso mundo caótico que nos rodea e invade. O sea, la democratización de la videncia. ¿Será esto posible, y sin cobrar?
 

A continuación, preocupado por las consecuencias de esta reflexión, me metí de lleno en una tienda dedicada a las piedras y a las velas. El olor a vela, soy así, lo siento, siempre me ha producido náuseas, pero ese día estaba dispuesto a todo. Nunca me había parado a pensar que la energía esotérica pudiese transmitirse a través de las velas y la platería india. Salí de allí con un buen cargamento de velas y piedras (“las nuevas piedras de poder, cuarzos con alma, angélicos... todos están magnetizados con sus correspondientes elixires alquímicos”). Ya vería más tarde qué partido sacaría a todo eso. Me compré también dos velas-brujas (reproduzco del folleto explicativo qué es una bruja, por si hay alguien que no lo sabe: “la bruja es la figura mítica de unas mujeres que fueron quemadas por ser felices y ayudar a los demás con medios naturales. Nos dejaron la lucha por la felicidad”). Las velas amarillas son las mejores: ahuyentan las energías negativas y favorecen que se desarrolle la economía que necesitamos. Robé dos. Ya puestos compré también una “Vela ofrenda Yemanya”, que se utiliza para pedirle a Yamanyá que nos conceda una petición. ¿Qué cómo se hace esto? Copio del manual de instrucciones: “Llene la bañera con agua y échele un paquete de sal marina, prepare la ofrenda de la siguiente manera: sobre una bandeja blanca, coloque la imagen en el centro, ocho flores blancas alrededor y dos velas a los costados. Encienda las mismas y colóquela hasta que se apaguen las velas”. Tomé nota de la dirección de la tienda para comprar más adelante dos interesantes productos para unos amigos, que aprovecho la ocasión para recomendar a todos los lectores: el “Aceite Amansa Guapo” (para tranquilizar y apaciguar a alguien) y el “Polvo Esposo Cumplidor”, que se utiliza, y copio textualmente de la publicidad del producto, “para transformar a su marido en un semental”.

En la siguiente caseta me quedé con la boca abierta. Toda mi atención fue a parar a un amuleto indio atrapasueños, que me dejó subyugado y obnubilado. Me apetecía eso de traficar con sueños ajenos; la experiencia debería ser enriquecedora, un tanto cutre o muy cotilla, pues esto de la interpretación de los sueños, por mucho que Freud se tirase de la moto, sigue siendo un misterio. Robé uno. Con el amuleto atrapasueños en el bolsillo y con el famosísimo amuleto del Círculo Mágico de los 7 Magos (“Lo protegerá de las fuerzas maléficas y amentará sensiblemente en usted el entusiasmo en todo lo que hace, hasta el punto de que le parecerá un milagro”), me dirigí a la próxima caseta, ésta de la editorial Edaf, especializada en la bibliografía didáctica de fenómenos paranormales. La tentación fue irresistible. Me llevé un libro de hechizos, otro sobre los ángeles (está de moda el asunto), un ejemplar de “Rituales de Magia Banca” (magia práctica tradicional adaptada al mundo de hoy), un oráculo de las Hadas y otro libro sobre Merlín, uno de esos inmortales y cíclicos temas que siguen siendo explotados por un tipo de literatura que no se caracteriza, precisamente, por su originalidad temática (de hecho, son muchos los negocios que recurren al nombre de Merlín o de Morgana, dos formas antitéticas de entender la videncia; la fascinación que despierta lo artúrico entre la mitología celta sigue siendo una irresistible fuerza de fenómenos, héroes y tendencias). Gracias a estos libros, mi incipiente vocación esotérica tendría un apoyo más intelectual.

Sin embargo, me daba cuenta de que necesitaba más libros para ser más profundo y denso, y tomé nota para comprar un cargamento de libros de dos autores que hace años había despreciado olímpicamente por su simplicidad: el brasileño Paulo Coelho y el español J.J. Benítez. Ellos me servirían de antídoto contra otros libros que había leído hacía ya años, cuando atravesaba una irracional fase racional y estaba en contra por sistema de todo lo esotérico. Desde aquí brindo por los increíbles descubrimientos de J.J. Benítez (literarios y científicos, lo suyo es descubrir nuevas sendas para desarrollar el espíritu) y por la aplastante profundidad (disfrazada sabiamente de vanalidad) de las novelitas de Paulo Coelho. ¡Cómo se puede llegar a afirmar, como hace Rafael Gómez Pérez en su libro La invasión del ocultismo (Ediciones del Drac), que “el esoterismo tomado en serio es una limitación que dificulta, precisamente, cultivar hasta el fondo dimensiones fundamentales del hombre: la inteligencia, la capacidad estética y el sentido religioso de la adoración!”. Seguro que él no ha estado nunca de tú a tú con un santero cubano.

Ya iba cargado hasta los topes, pero la cosa merecía la pena. Uno no puede dedicarse a estas cosas sin amar la posesión barroca de todo tipo de objetos. El recurso a instrumentos benefactores es una constante de la historia de la humanidad, y en la etapa que estamos viviendo de consumismo exaltado, esto no iba a ser diferente. Para celebrar esta reflexión, me hice una foto de mi aura (de cuerpo entero, una novedad), a la que sometería al diagnóstico científico Kirlian. El aura es esa bioenergía que todos tenemos a nuestro alrededor y que delata los síntomas de nuestra personalidad: “conocer y ver tu aura te da respuesta a lo que buscas saber y, sobre todo, te aporta bases para poder acelerar los cambios que deseas crear en ti o tu vida personal”. Alucinante. Mi aura salió con predominio de rojos en todas las capas: señal de que estaba emocionalmente alterado, lo que era verdad.

La siguiente estación fue en una tienda de música mágica. Quizás sea ésta una de las manifestaciones más visibles del influyente y americanizado new age: a través de la música, conseguir la paz espiritual. Y para alcanzar esto no vale cualquiera. Recuerdo que un amigo mío estuvo probando con El Fary, Bertín Osborne y Mojinos Escozíos, y cosechó un llamativo fracaso. La música mágica son composiciones panteístas, naturalistas, donde el espíritu revolotea con el fluir musical del cadente paso del tiempo: una puesta de sol, el murmullo de las nubes, el suave golpeteo de la lluvia, el piar de los pájaros, el ronroneo de los ríos, la marea del mar... Agarré los auricurales, enchufé un compacto de gaviotas y... me quede dormido. Tuvo que despertarme el de la tienda cuando había empezado a roncar al ritmo de new age. Me compré dos compactos: uno de cantos de pájaros exóticos y otro del caluroso y amoroso crepitar de las llamas en un fuego familiar (dos horas).

Más tiendas. Apenas presté atención a las lecciones de una maestra taoísta. Tampoco hice mucho caso a uno que vendía joyas simbólicas y mágicas. Este pasotismo tiene su explicación: me sentí rabiosamente atraído por la esbelta y rubia figura de Emmanuelle Temis, la famosa hechicera de la sensualidad y autora del best-seller “Sexo Energía Sagrada”, una especie de kamasutra del siglo XXI. Para que no haya ningún género de dudas sobre su profesionalidad, acompaña también su titulación: “Instructora del tao sexual (certificada Mantak Chia)”. Intrigado por el alcance universitario de Mantak Chia, pregunté si exigían también la selectividad. Emmanuelle estaba allí, esplendorosa, rubia oxigenada, belleza transida de silicona. Su especialidad es la “sanación y Sexualidad” y también ofrece cursos de Sanación Universal y Reiki. De pronto, me sentí irracionalmente atraído por la tal Emmanuelle, monitora salvaje de educación sexual. Quise pedir cita pero no había manera: estaba totalmente ocupada. Se ve que esto de del tao sexual tiene su morbo y una clientela un tanto confusa.
 

Seguí andando, un tanto frustrado por la impasible e inalcanzable melena rubia de mi lejana Emmanuelle. De manera imprevista, mi mirada se fijó en el siguiente cartel: “Deja atrás el pasado, deja atrás el futuro y vive el momento presente. ¡Si puedes estar sano, por qué estar enfermo!”. Sabias y profundas palabras, misteriosas, procedentes, quizás, de la sabiduría hindú o de un santero cubano, pensé en ese momento. Pero no. Este eslogan era el lema del conocido Profesor Mércury, director de Centro de Reiki, Amor y Sanación Universal. ¿Qué no sabes lo que es? El folleto del doctor Mércury te lo explica: “Reiki Master sistema Usui Tibetano, Master Reiki/Karuna, Master en Sexología”. Mezcla explosiva. No pienses cosas raras, pues la consulta sobre sanación ofrece soluciones al extreñimiento y la consulta de sexología proporciona antídotos contra la anorgasmia y la eyaculación precoz. Fiáte de él. Lleva 30 años dedicado a las Ciencias Ocultas y Alternativas, es también un afamado astrólogo, músico profesional, intérprete y compositor, investigador de la salud y de la energía positiva. autor de libros tan conocidos como “Reiki manos sanadoras”, “Reiki manos que curan” y “Acércate a la astrología”. Pero su currículum es todavía más achantante: el profesor Mércury es invitado de honor en los medios de comunicación y Premio Sefirot a la mejor proyección del Magic Internacional de las Ciencias Ocultas (algo así como los Premios Goya en esta materia). Por supuesto que tiene su página web.

En este tipo de ferias me pasa como con los museos, que hay un momento que uno necesita sentarse, reflexionar y descansar. Me había sido imposible acceder a los masajes de Ravi Inber K. Khalsa (no llegué a saber si era del Nepal o de Aranjuez). Por los altavoces anunciaban una apasionante conferencia, a la que no podía faltar: “T’ikai, ritual inca de prosperidad”. Esto del multiculturalismo también está siendo positivo para la moda esotérica. Un tal Gerardo Pizarro, chamán peruano de cultura Mochica, procedente de una familia de chamanes y curanderos de tradición pre-incaica (nobleza obliga), iba a abordar un tema que me tenía absolutamente pillado en las últimas semanas: ¿podrá emplearse también el euro como símbolo de prosperidad, o será una moneda maldita? Por supuesto que sí. El euro ya ha sido una moneda admitida por todos los hechiceros sin distinción, acomodándose perfectamente a los tiempos modernos. Como estaba muerto de cansancio, decidí quedarme también a la siguiente sesión, “Pociones Mágicas de Druidas y Meigas Gallegas”, a cargo del escritor y druida Manuel Aneiros. Lo que más me gustó de su conferencia fueron las reflexiones sobre la queimada, sus secretos y cómo se elabora el mítico brebaje.

Entre conferencia y conferencia me dio tiempo a leer una entrevista con el santero cubano Eddy Andrusis García. Pregunta: ¿Desde cuándo es santero? Respuesta: “Hace veinte años recibí a los guerreros Elegguá, Oggun, Ochosi y Osun. Transcurridos cinco años me coronaron Santo OMO CHANGÓ, y desde entonces ayudo religiosamente a todo el que lo necesite”. También leí una receta tomada del consultorio mágico de Matilde, quien recomienda a una viuda que tiene un hijo de 19 años en el paro que prepare el Bálsamo Tranquilo: “Precipitado amarillo, miel, manteca de corojo, agua bendita, papel cartucho, una foto de él, media calabaza, lamparillas de aceite y un vaso de aceite de girasol o de oliva” (no vale de colza).

También eché un vistazo al plan de conferencias para los próximos días y decidí asistir a las siguientes sesiones: “Los Ángeles nos hablan”, “Cambiarás los sonidos de tu vida y cambiarás de vida”, “La paciencia y el sosiego como factores de realización” (esta la daría Ramiro Calle, uno de los pioneros del yoga en España y autor de más de cien libros sobre psicología mística y disciplinas orientales de Oriente, nuestro best-seller de temas orientales, otro boom). El éxito de Ramiro Calle me hizo sacar el propósito de que, en cuanto tenga un poco más de experiencia, escribiré un libro. El mío llevará por título: “La forma de tus orejas explican tu futuro”. Lo digo en serio: tengo un amigo que conoce el carácter de las personas analizando la forma de sus orejas.

Otras conferencias, me interesaban más bien poco: “La videncia a través de las huellas digitales”, “Cóndor Mamami, el nido del chamanismo andino”, “El tao de la longevidad”, “La vida después de la muerte. Recuerdos de vidas pasadas”. Sí iría a la conferencia de clausura, “Mediumnidad y guías espirituales”, a cargo de Marilyn Rossner, un personaje que me había fascinado en mi recorrido por el Foro. La tal Marilyn es doctora en Educación Especial, profesora en la Universidad Vanner de Montreal (Canadá), especializada en Psicoterapia Infantil y Yoga. Como se lee en su folleto promocional, Marilyn “está considerada como la mejor médium del mundo”. Con este currículum tan espectacular, no me importaba nada abonar los 30 euros que se exigían para entrar en su conferencia-práctica.

Tengo que reconocer, sin embargo, que estaba un poco desbordado por tanto profesional del esoterismo. Y eso que en España estamos todavía muy lejos de otros países más racional y científicamente avanzados, como Italia y Francia. Al principio, cuando me dijo el amigo de mi amiga que yo tenía poderes especiales, me lo creí, pensando que sería un ser especial, una excepción, un ser único capaz de desentrañar los arcanos y enigmas del universo, ocultos al resto de los mortales. Paseando por el Foro, atestado completamente de visitantes y expositores, mi orgullo se había ido desinflando, y rodeado de tanto y tanto profesional me consideraba uno más, un simple aprendiz de brujo sin muchas expectativas de alcanzar la fama y la posteridad. Además, me estaba liando bastante. Ya no sabía si lo mío era la numerología, el tarot, la baraja española, las runas, la quirología, la videncia afrocubana, el yoga, la interpretación de sueños, la sanación, la santería cubana (me seguía atrayendo lo cubano, un valor en alza en este y otros menesteres) o la interpretación cibernética del aura. Me quedaban muchas cosas por aprender. Y aunque seguía dispuesto a todo, me echaban un poco para atrás algunas enigmáticas experiencias, como los “baños de energía y florecimiento” y los “rituales brasileños de limpieza” (no me quería meter en muchos líos, la verdad). Seguía sin saber por dónde tirar: si por la vía egipcia y encontrarme paseando con los dioses Isis y Matat para que me muestren el camino para ser feliz, o por la vía metafísica (de la mano de Jennifer Néstor) o el tao sexual (acompañando a mi adorada Emmanuelle Temis).

En las pocas horas que estuve por allí conocí a verdaderos monstruos de la videncia, una experiencia sublime. La famosa Paquita Berbel, a quien había visto un día en Tele Murcia y Tele Gandía, experta en conchas, oráculo de Belline y “equilibrio de los chakras” (me he enterado hace poco que ha donado sus pertenencias al Museo de Antropología Forense, Paleontología y Criminalidad de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense); Pedro Gutiérrez (“Llámame, no te arrepentirás”), los profesionales del centro esotérico Vahari; Maite Bianchi, lectura de tarot y orientación humana; José Sada, el conocido vidente afrocubano, experto en caracoles, sanaciones e insomnio; la clarividente María Elena, wicca, a quien había escuchado alguna vez en Radio Getafe; Rosa María Fernández y sus famosas limpiezas chamánicas; el quiromasajista Hermano Guillermo; Amira, “toda la sabiduría del pasado para ayudarte en el presente y prepararte para el futuro”; y la grafóloga y fisiognomista Rosina F. Hetzel, la autora de ese libro que te marcará la vida: “Estudiar el rostro”; y, cómo no, con Emmanuelle Temis, que me tenía intelectualmente trastornado.
 
Y también pude contactar con importantes firmas expositoras como Biosound, Música Mágica; Emma, velas e inciensos; Gaia, fotoaura; Maya Complements; Guía Mística (con la compra de tres productos, su carta astral totalmente gratis); Artesanía del Himalaya; Diloggun; Velas de Rituales Feeling; Brasil Minerales; Dori’s Maga; Galicia Meiga; los tres locales madrileños de la Santería La Milagrosa (importantes descuentos en tarot, 2x1); Tábata, María Gaor y, para rematar la jugada, “Arqueotour”, que te organiza expediciones a Lugares Sagrados y Sitios Arqueológicos de las Antiguas Civilizaciones, también de la Península Ibérica.

Sin embargo, todavía era consciente de que me quedaban muchas cosas por analizar, saber y controlar si quería ser un vidente de primera división. En el terreno de la videncia, los saberes ancestrales siguen siendo plenamente actuales. Y uno no puede hablar del presente si antes no se ha empapado hasta perder el sentido de los fenómenos paranormales obligatorios, como el misterio que rodea las pirámides, por ejemplo. Pero había muchos más: ¿Qué pasaba con los extraterrestres, sobre los que no había leído todavía absolutamente nada? ¿Y qué con los rituales diabólicos, mencionados muy de pasada y de manera escondida en algunos sitios y páginas web? ¿Participaría en una psicofonía cibernética? ¿Ingresaría en la S.E.I.P. (Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas)? ¿Por qué últimamente apenas se hablaba del Lago Ness (que alguien me lo explique)? ¿Me iría algún día de excursión ocultista con el espíritu del doctor Jiménez del Oso? ¿Para cuándo esa visita a la casa encantada de Gigglegarden (Canadá)? ¿Compartiría la teoría de Erich von Daniken de que el Arca de la Alianza era el embalaje de una máquina que producía el maná? ¿Leería algún día los libros del Caballo de Troya como si estuviese leyendo los ensayos de Einstein? ¿Qué hacemos con Nostradamus y Paracelso, los leemos o pasamos de ellos? ¿Organizaré algún día una esotérica expedición a la Isla de Pascua y a las ruinas de Machu Pichu? ¿Buscaré como loco la Atlántida? ¿Aceptaré que poseo poderes extrasensoriales y que mi vida sólo tiene sentido con la dedicación a la telepatía, la radiasteis o la telequinesis? ¿Soy acaso la reencarnación de un caballero de la Orden de los Templarios? Muchas preguntas para contestarlas en un mismo día (y en toda una vida).
 

A la salida, cansado y transformado interior y exteriormente por tanto contacto con lo paranormal, poseedor de una ingente información y de bolsas con todo tipo de folletos y direcciones, volví a pasar al lado del vigilante jurado. Me miró detenidamente, pero con cara de pocos amigos, como si hubiese vislumbrado mis verdaderas intenciones al visitar ese Foro. Consciente de que estaba ante un aprendiz de vidente, de pronto me lanzó un conjuro que me dejó cuasi-petrificado. En sueños pude escuchar con total claridad: "Con tanta competencia se nos va a acabar el negocio". Menos mal que, para contrarrestar el hechizo que empezaba a paralizarme los párpados, tuve fuerzas para sacar una vela roja y otra verde, mientras que con la otra mano tocaba el cabezón del muñeco atrapasueños que llevaba en el bolsillo. De pronto, el vigilante jurado abandono su figura terrena y se mostró como el mitológico Cerbero. Tuvimos un angustioso y brutal combate mental, que me auguraba un trágico final, tal y como había previsto yo cuando me dio esta crisis existencial.

Sin embargo, cuando mis fuerzas telequinésicas estaban a punto de flaquear y mi aura daba señales de desintegración, me acordé de Emmanuelle Temis y su ondulante melena ardientemente oxigenada. Ella me dio la fuerza (kwan yin) para renovar mi bio-energía y hacer tambalear al temido vigilante jurado-Cerbero, que se desplomó contra una de las casetas, la dedicada a la magia celta. Al final, agarré como pude las bolsas, el amuleto atrapasueños y las velas, y salí corriendo escaleras abajo, rumbo a la línea 1 del metro, perseguido por un resucitado Cerbero y por cientos de videntes coloristas lanzando todo tipo de conjuros y tacos. Entré en el vagón cuando estaban a punto de cerrarse las puertas. Respiré hondo: estaba a salvo.

Por la noche, ya en casa, sentado plácidamente en el sillón, me di cuenta de que todavía llevaba en el bolsillo el amuleto indio atrapasueños, el único resto que me quedaba de mi frustrada expedición esotérica. Enchufé la tele, y haciendo zapping apareció de golpe, chillando e insultando al personal, la barriobajera vidente Lola Montero, una de las cutre-brujas de moda. Me llevé un buen susto y apegué inmediatamente la televisión. Abrí la ventana. Agarré el amuleto atrapasueños y lo lacé a la calle lo más lejos posible. Esa noche dormí tranquilo, y eso que volví a soñar con Chesterton.



 

miércoles, 20 de febrero de 2013

“Verano en English Creek”, de Ivan Doig



Una temporada para silbar, primera novela traducida al castellano de Ivan Doig (Montana, 1939), supuso el descubrimiento de un magnífico escritor aferrado a la historia y tradiciones de Montana con un argumento que revivía la historia de una pequeña aldea de aquellas tierras con mucho realismo y una suave nostalgia. Una temporada para silbar, de 2006, es la última novela publicada por Ivan Doig. Ahora Libros del Asteroide traduce Verano en English Creeke, novela de 1984 que forma parte de la Trilogía de Montana, en las que se cuenta la historia de esta zona del norte de Estados Unidos, fronteriza con Canadá, en plenas Montañas Rocosas, plagada de llanuras y bosques .

La novela tiene un aire biográfico, pues Ivan Doig también procede de una familia de colonos y rancheros escoceses y antes de ser profesor de universidad fue granjero y trabajó en el Servicio Forestal de Montana. Está ambientada en English Creek, en el Bosque de Two Medicine y en el pueblo de Gros Ventre, lugares inventados por el autor, aunque toda la geografía y la historia tiene un fuerte apoyo real en las Montañas Rocosas, en lo que hoy es la zona de Duyuper Creek. Como advierte el autor en una nota final, “mucho me temo, no obstante, que cualquiera que intente separar lo real de lo imaginario en este libro se prestará a la confusión”.

La acción transcurre en el verano de 1939, poco antes de que dé comienzo la Segunda Guerra Mundial, noticia con la que concluyen los recuerdos del narrador, aunque también se cuenta de manera muy resumida su vida después de ese verano y la de los personajes más importantes de la novela. El narrador es Jim McCaskill, quien muchos años después, también granjero en English Creek, recuerda ese verano cuando estaba a punto de cumplir 15 años.

No es un verano cualquiera. Hasta ahora, Jick, como es conocido, ha compartido su vida con su hermano mayor Alec, con su madre –antigua maestra- y con su padre, encargado ahora del Servicio Forestal en una zona de pastos y bosques peligrosa por los incendios. Pero ese verano comienza con un enfrentamiento familiar que será uno de los hilos narrativos de la novela: su hermano Alec se enamora de Leona, quiere casarse inmediatamente, entra a trabajar de cowboy y renuncia a los planes de sus padres, que querían que fuese a la universidad. La decisión de Alec provoca una fuerte división familiar.

Pero el verano trae consigo una serie de trabajos a los que tienen que enfrentarse. En primer lugar, Jick acompaña con su padre a las tareas de conteo de las ovejas de las diferentes granjas de la zona, ocupación con la que el autor muestra las diferentes faenas de los rancheros y describe también, en excelentes escenas, el paisaje de las Montañas Rocosas. Unos días después, tiene lugar la fiesta del Cuatro de Julio que, como en el resto de Estados Unidos, los del pueblo de Gros Ventre celebran por todo lo alto. Jick y su familia asisten a los diferentes actos organizados, entre los que destaca la comida campestre, un rodeo –en el que participa Alec- y el tumultuoso baile con el que concluye la jornada. Luego Jick echa una mano a su tío Pete en la recogida del heno. La parte final de la novela describe los trabajos para apagar un incendio en el bosque.

Ivan Doig cuenta todas estas cosas detalladamente, con un cierto aroma a elegía de un tiempo y unas tradiciones ya pasadas que el autor quiere reivindicar y rescatar para que la memoria colectiva no se olvide de ellas. El tono costumbrista y sociológico está, sin embargo, siempre humanizado, pues la galería de personajes secundarios es fantástica (Stanley Meixell, Dode Withrow, Prudencio Johnson, Buenayuda Hebner, Pete Reese...), todos ellos pioneros de un estilo de vida que merece recordarse. A este fin ayuda la curiosidad de Jick, siempre dispuesto a aprender historias y sucesos que tengan que ver con el pasado. Jick es un joven bien dispuesto, preocupado por la situación que atraviesa su familia, generoso en sus ideales y respetuoso con las tradiciones que han dado forma a la vida de rancheros y granjeros de esa parte de Montana.

Ivan Doig cuenta todo esto con mucha nostalgia y amabilidad, valorando los pequeños detalles de aquellas trabajadas vidas pendientes del tiempo, del ganado, de las cosechas. El interés por la naturalidad se traslada a las relaciones humanas y familiares, narradas con realismo, sin ocultar los problemas y dificultades pero sin poner el acento en lo salvaje y bronco, como han hecho otros autores norteamericanos que han escrito sobre escenarios parecidos. Ivan Doig, como Norman Maclean y Wallace Stegner, entre otros, evoca sin estridencias aquellos años de la Depresión dejándose llevar por una agradable melancolía.


Verano en English Creek
Ivan Doig
Libros del Asteroide. Barcelona (2013)
490 págs. 22,95 €.
T.o.: English Creek. Traducción: Vanesa Casanova.

sábado, 16 de febrero de 2013

“La vida para principiantes”, de Slawomir Mrozek


 
Desde que en 1995 la editorial Sirmio publicase La vida difícil, primer libro de relatos que se traducía del polaco Slawomir Mrozek (Borzecin, 1930), se han publicado la mayoría de sus libros: Juego de azar, Dos cartas, El árbol, El pequeño verano, El elefante... También dramaturgo, Mrozek es más conocido últimamente por sus relatos breves, que contienen una original manera de enfrentarse a la realidad. La vida para principiantes. Un diccionario intemporal, el último volumen que se publica, es una antología con algunos de sus relatos más celebrados.

Este nuevo volumen contiene una selección de relatos publicados en sus libros antes mencionados, realizada por Daniel Keel y Daniel Kampa. Esta edición cuenta además con un epílogo escrito por Jan Sydney que reivindica la importancia de Mrozek como narrador. Para el crítico alemán Marcel Reich-Ranicki, citado en el epílogo, “Mrozek es un humorista que habla muy en serio, un escritor satírico que se burla del mundo con la intención de mejorarlo, es un surrealista que se enfrenta a la realidad deformándola para que reparemos en su verdadera naturaleza, es un hombre de lo absurdo que señala las contradicciones para provocar a la razón”.

En su juventud, Mrozek abrazó la causa del comunismo como la solución para la descomposición ideológica que tuvo lugar en su país y en el mundo occidental tras la Segunda Guerra Mundial, Primero trabajó como caricaturista y periodista en la prensa polaca; luego nacieron sus obras teatrales, que le dieron mucha fama y prestigio incluso dentro del régimen. En 1957 publicó sus primeros relatos, aparecidos en el volumen El elefante, ya publicado por Acantilado. Abandonó Polonia en 1963, aunque todavía no había roto definitivamente con el régimen comunista, lo que sucedió estando en el extranjero. Desde entonces, Mrozek ha vivido en Francia, Italia y después en México, donde permaneció hasta 1996, cuando regresó a su país natal.

Sus relatos son breves, brevísimos, de dos páginas como mucho. En tanto corto espacio, lo importante es la originalidad del planteamiento y la sorpresa de la resolución. Su punto de partida tiene mucho que ver con la literatura del absurdo, pero Mrozek es diferente porque tiene siempre los pies en el suelo. La experiencia de haber vivido en un país comunista, abrumado por el peso de la propaganda y la demagogia, le han hecho desconfiar de los discursos grandilocuentes y de los sistemas políticos.

Aunque algunos de sus relatos son una desternillante y cruel parodia de la ideología comunista, los temas de sus relatos son muy amplios y abarcan muchos aspectos de la condición humana, vistos siempre desde su singular e insólita perspectiva. Con un inteligente y divertidísimo sentido del humor, Mrozek cuestiona múltiples aspectos de la realidad, dejando en evidencia el absurdo de muchas ridículas convenciones y situaciones cotidianas.

Puede que a algunos lectores estos relatos les parezcan leves o intrascendentes (ya se sabe que con el sentido del humor existe poca unanimidad). A otros muchos, estoy seguro, les provocará más de una carcajada. Y eso que el humor de Mrozek, por su sentido irónico y realista de la realidad, esconde también una visión desencantada y escéptica de la vida.

 
La vida para principiantes
Slawomir Mrozek
Acantilado. Barcelona (2013)
153 págs. 12 euros.

jueves, 14 de febrero de 2013

“El desbarajuste”, de Ferran Planes



Estas memorias de Ferran Planes (1914-1985), joven catalán que participó como teniente en el ejército de la II República durante la Guerra Civil, se publicaron por vez primera en 1968, después de que la censura franquista le obligase a modificar y suprimir algunos pasajes para que pudiese publicarse. El libro, publicado en catalán, tuvo una excelente acogida, aunque, por su estilo desmitificador, provocó cierta polémica al cuestionar irónicamente algunas visiones de la Guerra y del exilio que habían ya cristalizado en la opinión pública catalana. Hasta 2010 no volvió a reeditarse en catalán.

Se trata de un testimonio más de los muchos que ya existen sobre aquellos sucesos. El autor emprende un relato alternativo al habitual. En vez de seguir el hilo cronológico de los acontecimientos, lo hace al revés. Primero cuenta su vida y penalidades como exiliado en Francia –estuvo una temporada en el campo de prisioneros de Saint-Cyprien- hasta su regreso a España; luego, sus aventuras durante la Segunda Guerra Mundial –trabajó en la construcción de la línea Maginot- y sus problemas con el ejército alemán, del que consiguió escaparse para refugiarse en la Francia libre. Después, la Guerra Civil española, que vivió primero en Barcelona y luego como militar en Andalucía hasta su salida de España. Por último, Ferran Planes habla de cómo vivió la proclamación de la II República en su pueblo, a la vez que cuenta otros detalles de su vida, como su etapa de seminarista. En todo momento, Ferran, militante de Ezquerra Republicana, antifascista, antianarquista y anticomunista, como él se define, no oculta sus filias y sus fobias, aunque ideológicamente no sea fácil de encasillar.

Lo que más impacta de estas memorias es su visión a ras de suelo de todo lo que le sucede (en varias ocasiones subraya que lo que él cuenta es “mi trozo de guerra”), sin emplear una retórica revanchista o victimista; tampoco hace grandes reflexiones políticas generalistas sobre lo que está pasando, aunque es cierto que no renuncia a introducir en determinados momentos su singular e interesada interpretación de los hechos. Esto sucede especialmente en la parte final, cuando habla del fracaso de la II República, incluyendo afirmaciones muy cuestionables y algunas interpretaciones un tanto simplistas (no hay que olvidar que el libro se publicó en 1968). También es consciente de los riesgos de detallar todo lo que vivió; por eso, dice, “no os contaré toda la verdad, pero os prometo que nada de lo que os contaré será mentira”.

Ferran era un intelectual (la guerra interrumpió sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona) al que le interesó desde muy joven la política. Sin embargo, en su relato no adopta el punto de vista erudito sino que describe su vida como si tal cosa, sin darse ninguna importancia. Parece como si su intención fuese, en parte, desdramatizar todos aquellos hechos y limitarse a contar cómo se busca uno la vida en unas circunstancias tan adversas. El tono irónico y de novela picaresca predomina, por ello, en bastantes pasajes. También resultan muy verosímiles las descripciones de las penalidades que pasó en el extranjero y los exiliados con los que se encontró, algunos idealistas convencidos y otros personajes que derivan hacia lo grotesco, como el catalán Marcel Bonet, un auténtico buscavidas sin escrúpulos.

Con sus limitaciones, este libro ofrece un testimonio directo y cercano, nada ampuloso ni interesado, de unos hechos que ofrecen múltiples perspectivas.


El desbarajuste
Ferran Planes
Libros del Asteroide. Barcelona (2013)
332 págs. 19,95 €.

martes, 12 de febrero de 2013

“Orgullo y prejuicio”, de Jane Austen



“Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, en posesión de una notable fortuna, necesita una esposa”. Así comienza Orgullo y prejuicio, la novela más célebre de Jane Austen (1775-1817) que apareció en 1813 y de la que se cumplen ahora doscientos años. Un famoso comienzo, pues, que sirve también de resumen de buena parte de su mundo literario, con novelas protagonizadas por la aristocracia rural inglesa que cuentan sus pormenores amorosos, sentimentales y estratégicos para conseguir un matrimonio acorde con su condición.

Orgullo y prejuicio se centra especialmente en las relaciones entre Elizabeth Bennet, la segunda de cinco hermanas, y Fitzwilliam Darcy, uno de los habituales potentados que circulan por las novelas de Austen. La madre de Elizabeth sólo tiene una única obsesión en la vida: casar dignamente a sus cinco hijas. Para ello las ha preparado y a ese fin, y a cotillear, dedica todas sus energías. El personaje de la señora Bennet, la madre de Elizabeth, es un ejemplar muy singular, pues su cometido acaba siendo empalagoso y deja en evidencia las limitaciones de una educación femenina orientada hacia ese exclusivo fin. Elizabeth escapa de ese modelo de mujer entregada nada más que a la búsqueda desesperada de un noviazgo en el que no se tengan en cuenta sus íntimos sentimientos.

La llegada del señor Bingley a la casa de Netherfield Park altera la rutina social en Longbourn. Todas las madres y jóvenes de la zona pronto descubren que se trata de un excelente partido y comienzan, con los habituales formalismos, las calculadas aproximaciones para ponerse a tiro. En un baile, el señor Bingley conoce a Jane, la hermana mayor de Elizabeth, y todo apunta a que de ahí puede surgir una promesa de matrimonio. Pero las cosas se complican por la presencia de los amigos y familiares del señor Bingley, que piensan que ni Jane ni su familia están a la altura de las circunstancias. En ese mismo baile, Elizabeth conoce al señor Darcy, amigo de Bingley; nada sin embargo parece ocurrir entre los dos, pues tanto Elizabeth como el señor Darcy son personas despegadas, originales, a su manera orgullosas, que ven con cierto desdén y rechazo determinadas costumbres sociales.

La novela avanza a base de encuentros y desencuentros donde queda de manifiesto la fabulosa capacidad de observación de Austen para retratar aquella sociedad de finales del siglo XVIII y, a la vez, para penetrar en la psicología femenina y masculina de aquel tiempo. Nada se le escapa a su mirada y con una calculada ironía censura los vicios más extendidos y la falsificación de los sentimientos, a la vez que desmenuza con mucha elegancia los anhelos de felicidad de una sociedad más materialista de lo que parece.

Orgullo y prejuicio se publicó después de Juicio y sentimiento (1811) y antes de Mansfield Park (1814) y Emma (1815), sus novelas más celebradas. Ya desde su aparición, sus novelas consiguieron un destacado éxito y fueron muy valoradas. Estas novelas cuentan también con numerosas versiones cinematográficas y televisivas. Esta edición de Austral que comentamos, que aparece para conmemorar los doscientos años de la publicación de esta novela, viene acompañada de dos DVD con la famosa adaptación de la BBC que dirigió en 1996 Simon Langhton y que cuenta en su reparto con Jennifer Ehle y Colin Firth.
 
 
¿Qué es lo que sigue llamando la atención de las novelas de Jane Asusten para que sigan suscitando tanto interés? Resulta difícil de explicar que en pleno auge de la novela erótica y hasta pornográfica, como la serie Cincuenta sombras, de E. L. James, uno de los grandes éxitos internacionales de los últimos años, la gente siga admirando en Austen la cortesía, la moderación, el recato, la buena educación, la finura y la limpieza de unas relaciones amorosas y sentimentales en las que no se hace ninguna exhibición indecorosa de la intimidad. Al contrario de lo que parece ser norma de conducta de la sociedad actual, donde se valora un naturalismo forzado y a menudo impúdico del atractivo amoroso y de las relaciones personales, Austen modula sus personajes para que refrenen sus pasiones y emociones y las transformen en leves señales de respeto y buena educación.


Orgullo y prejuicio
Jane Austen
Austral. Barcelona (2012)
352 págs. 19,90 €.
T.o.: Pride and Prejudice. Traducción: José C. Vales.

domingo, 10 de febrero de 2013

“Solo yo me salvo y otros relatos del tiempo sobrante”, de Carlos Villar Flor


 
Hace unos meses, Carlos Villar Flor (Santander, 1966) publicó su segunda novela, Mientras ella sea clara, una entretenida, exagerada y enrevesada historia amorosa con la que este autor, doctor en Filología Inglesa, traductor, profesor y director de la revista literaria Fábula, volvía a demostrar su buen oficio como escritor y su inteligente sentido del humor.
Solo yo me salvo y otros relatos del tiempo sobrante está compuesto por una novela corta, Solo yo me salvo, y una colección de relatos que el autor ha escrito en los últimos años con los que ha ganado algunos premios literarios y que han sido publicados en revistas. Tanto en la novela corta, que ocupa la mitad del libro, como en los relatos demuestra Villar una aguda capacidad para analizar, con mucha ironía y humor, algunas obsesiones contemporáneas.

Solo yo me salvo tiene un argumento ciertamente divertido. La novela está ambientada en una futura España –que ya no se llama así sino República Tolerante de España, con capital en Logroño- donde han cristalizado todas las reivindicaciones políticamente correctas de la sociedad actual, convertidas ahora en mandamientos inamovibles que marcan el ritmo de una sociedad moderna basada en los principios radicales de la tolerancia y la libertad absoluta. En esta sociedad futurista aparece de pronto un monje, Malaquías Winkle, que ha vivido recluido en su monasterio durante los últimos años, olvidado del mundo y de las nuevas leyes que marcan el camino de la República Tolerante. Este monje no ha cumplido con su obligación de reclamar la eutanasia activa a los 71 años, cuando se ha decidido que los ciudadanos pongan fin a su vida de manera voluntaria y optimista. La irrupción de Malaquías levanta todas las alarmas en esta sociedad, pues nadie se había saltado las normas, y menos una persona “ultrarreligiosa” que representa lo peor del pasado.

A Malaquías le hacen un juicio rápido para que cumpla con sus obligaciones como ciudadano y es condenado a la eutanasia. Pero antes de morir, vive una serie de experiencias con las que el autor, con un sarcasmo muy agudo, crítica el absurdo y el ridículo de muchos tics de la sociedad actual, empeñada en violentar a la naturaleza o imponer por la fuerza de la tolerancia una serie de modos de vida contrarios a la condición humana.

Todo esto lo hace el autor con mucho sentido del humor, la mejor arma para dejar en evidencia los errores educativos actuales, el igualitarismo radical en el lenguaje, los excesos de la ideología de género, el ridículo de la sexualidad a la carta, la desaparición de la religión (menos los islamistas, dueños de la situación) y los equilibrios de los políticos para huir de cualquier toma de posición que parezca sectaria. En una novela de estas características y con estas pretensiones, lo difícil es mantener el tono y el interés. Y Villar lo consigue con mucha imaginación, poniendo el dedo en la llaga de la inconsistencia de muchas de estas reivindicaciones.

En el resto de los relatos salen también temas muy actuales, críticas a determinadas formas de vida, sorpresas argumentales y relatos arriesgados en su planteamiento, como “La ballena de Jonás”, donde vuelve a utilizar el humor para abordar cuestiones de más peso.

 
Solo yo me salvo y otros relatos del tiempo sobrante
Carlos Villar Flor
Valnera. Villanueva de Villaescusa (Cantabria) (2012)
192 págs. 18 €.

martes, 5 de febrero de 2013

“El naufragio de los enigmas”, de José Enrique Muñiz

Severino Sepúlveda es un aspirante a escritor que con el objetivo de buscar argumentos para una nueva novela pone un anuncio en un periódico ofreciéndose como detective. Poco tiempo después aparece un primer cliente y recibe el encargo de investigar sobre las conexiones entre un naufragio sucedido en Candás (Asturias) en 1891 y la desaparición del hermano de la persona que le ha contratado. A partir de ese momento, la vida de Severino se verá envuelta en un surrealista torbellino de tortuosas y peregrinas investigaciones, persecuciones de rusos y búlgaros, viajes, amenazas, correos electrónicos misteriosos, escuchas telefónicas, casualidades, etc., que ponen en peligro su plácida vida como único hijo soltero de un matrimonio ya mayor que vive en el barrio de Prosperidad de Madrid.

Necesitado también de dinero, Seve se entrega a la investigación con auténtica pasión, indagando en la Biblioteca Nacional y en otros frentes todo lo relacionado con las circunstancias del naufragio, la posterior muerte de una familia de pescadores y las consecuencias de todo ello. Seve da cuenta de vez en cuando del resultado de sus pesquisas a la persona que le ha contratado, quien vuelve a plantearle otras cuestiones que disparan las conexiones de su investigación hasta límites esperpénticos. A la vez, Seve empieza a ver cómo su propia vida sufre una radical transformación, pues los sucesos que está investigando se inmiscuyen y salpican sus actos cotidianos y hasta su vida familiar, pues parece como si una serie de fuerzas ocultas y misteriosas estuvieran empeñadas en complicarle su trabajo como detective.

La historia está contada por el propio Seve, y este es el gran acierto de la novela., la primera de José Enrique Muñiz. Seve es un magnífico y entrañable personaje, una excelente creación. Posee una inagotable verborrea para explicar minuciosamente todo lo que le ocurre a él y a su alrededor; todos sus discursos están repletos de un original y logrado sentido del humor, con un lenguaje realista y coloquial muy cercano a los lectores, ocurrente, imprevisible, lleno de quiebros irónicos. Su calenturienta imaginación convive con una memoria prodigiosa, una sobresaliente inteligencia vital y un hambre descomunal. A los ingredientes propios de la trama cuasi-policial hay que sumar, pues tienen su peso en la novela, la reconciliación de Seve con su antigua novia Elisa y la especial y entrañable relación con sus padres, quienes también participan a veces en las investigaciones de su hijo.

El autor plantea todo lo que le sucede a Seve como una gran y divertidísima parodia de un tipo de novela con mucho éxito comercial que se puso de moda tras la irrupción de El Código da Vinci, de Dan Brown. Los sucedáneos inundaron (y siguen inundando) las librerías de novelas basadas en la avalancha de conspiraciones letales, apocalípticas, esotéricas en las que estaba en juego el futuro de la humanidad. Las investigaciones de conspicuos, brillantes y aguerridos detectives siempre se resolvían por la sagacidad a la hora de unir hechos históricos irreconciliables y casualidades históricas y cósmicas que escapaban a cualquier análisis lógico. Podemos decir que José Enrique Muñiz españoliza todos estos ingredientes; más aún, los madrileñiza, pues la novela es también un homenaje también al barrio de Prosperidad. Seve es un genial antídoto para reírse de todo aquello y regresar a la senda del sentido común, también en lo literario. De hecho, Seve recuerda por momentos al detective loco de las novelas ligeras de Eduardo Mendoza, aunque también hay ecos de la rocambolesca y cervantina trama que padece el protagonista de Juegos de la edad tardía, de Luis Landero, y de las comedias de Jardiel Poncela y Miguel Mihura.

Hay momentos en los que se podían haber aligerado un poco las investigaciones, que el autor lleva quizás demasiado lejos hasta provocar mareo en el lector por el cúmulo de datos y ramificaciones que aporta; también abusa de una obsesión por querer ser demasiado brillante y chispeante en todos los diálogos, con réplicas que a veces pierden frescura por una exagerada elaboración; y el desenlace resulta un tanto precipitado.

A pesar de estos excesos, la novela se lee muy bien. Resulta muy entretenida, con momentos hilarantes en los que es fácil soltar la carcajada, especialmente por las reacciones de Seve ante lo que le está pasando y por sus aficiones gastronómicas, nada sofisticadas y muy populares. Lo mejor, pues, de El naufragio de los enigmas es el acierto en la construcción de un personaje optimista, sentimental, disparatado, vital y a la vez repleto de sentido común. Y también hay que destacar el estilo que emplea el autor, ausente de divagaciones y generalizaciones y volcado siempre hacia las referencias concretas, lo que da a la novela una desbordante sensación de vida y verosimilitud.



El naufragio de los enigmas
José Enrique Muñiz
BibliotecaOnline. Madrid (2012)
432 págs. 3,99 €. (eBook).

lunes, 4 de febrero de 2013

"Vida de Manolo", de Josep Pla


Se acaba de estrenar la película "La banda Picasso", de Fernando Colomo. Uno de los personajes de la película es Manuel Hugué, escultor, amigo también de Pla y a quien está dedicado uno de sus mejores libros, "Vida de Manolo", reeditado en 2008 en la editorial Libros del Asteroide. Recupero una reseña que escribí cuando se publicó.

Josep Pla conoció al escultor Manolo Hugué (1872-1925) en 1919, en la tertulia que ambos frecuentaban en el café Lyon d’Or, de Barcelona. Hugué había vivido más de una década en París, donde padeció una bohemia dura y hambrienta hasta que consiguió abrirse camino como escultor. En París convivió con Picasso, Apollinaire, el poeta Jean Moréas y otros muchos artistas españoles y extranjeros. Tras la Primera Guerra Mundial, que Hugué pasó en la localidad francesa de Ceret, regresó a Barelona ya con fama de renombrado artista.


Esta biografía es fruto de un larguísimo diálogo que mantuvieron Hugué y Pla en Prats de Molló (Francia), donde charlaron de todo tipo de temas, especialmente sobre la biografía del artista. Como contó Pla, su intención fue “provocar unas conversaciones rutilantes y sintéticas y dejar pasar las cosas entre unas preguntas intencionadas y la sinceridad del artista”. A la hora de escribir el libro, Pla elige que sea Hugué el que cargue con el peso de la narración, dejando que sea el escultor el que cuente las cosas en primera persona. En el resultado final se puede apreciar que Pla realizó un excelente trabajo literario para que la personalidad de Hugué destacase en estas páginas. La intención del libro la define Pla en el prólogo a la primera edición, publicada en 1928: “He querido hacer un libro sobre un hombre, y he intentado captar –para decirlo brevemente- la sombra de un ser vivo”. Pla consigue que desde el primer momento nos interesemos por la biografía de Hugué y por sus comentarios sobre todo tipo de temas, opiniones que recuerdan también en muchos momentos al punto de vista que Pla tiene sobre el mundo, el arte, las gentes y la cultura.

Hugé no es el prototipo de artista encerrado en su torre de marfil. Su infancia y juventud fue descarriada y azarosa; su traslado a París le lleva a vivir una bohemia cruda, duradera, pero no efectista. Consigue salir adelante. Y todo ese proceso de formación, angustioso y vital en muchas ocasiones, le lleva a ganar en humanidad, en sentido común, a identificarse con las inquietudes de sus paisanos, a llevar una vida de artista, sí, pero sin hacer de ella una sofisticada obra de arte. Hugué vive, además, un momento apasionante de la cultura europea, con la eclosión de las vanguardias, la consagración de Picasso, la explosión de París como capital artística, el mazazo de la Primera Guerra Mundial, la vida de Barcelona... Pero siendo todo esto interesante, lo mejor del libro es la capacidad de Pla para transformar todo este contenido en una prosa de calidad, una de las mejores de la literatura del siglo XX. Pla (1897-1981) se tomó muy en serio este libro, que escribió de manera febril. Esta edición recupera la versión original de la primera edición.

Vida de Manolo
Josep Pla
Libros del Asteroide. Barcelona (2008).
168 págs. 16,95 €.

sábado, 2 de febrero de 2013

“El libro de la señorita Buncle”, de D. E. Stevenson



El padre de Dorothy Emile Stevenson (1892-1973) fue primo del escritor Robert L. Stevenson. D. E. nació también en Edimburgo y publicó su primera novela en 1923. En 1934 apareció El libro de la señorita Buncle, la novela que la haría más famosa y que continuará en dos ocasiones, en 1936 y en 1943. Publicada en la colección Rara avis, de la editorial Alba, se trata de una excelente recuperación, inédita en castellano.

La novela está ambientada a comienzos de la década de los treinta en una localidad, Silverstream muy cercana a Londres. No estamos ya en la sociedad eduardiana que con tanta ironía y acierto retrató E. F. Benson en las novelas de la serie Mapp y Lucía (recuperadas por Impedimenta, donde ya han salido las dos primeras), aunque en la vida en Silverstream se encuentran todavía ecos de aquella sociedad tan manierista y formalista.

La señorita Buncle es una vecina que apenas llama la atención; buena persona, no destaca por ninguna habilidad, ni por ningún escándalo, ni por nada. De hecho, aunque se lleva bien con la mayoría de sus vecinos, apenas se la tiene en consideración y nadie la cree capaz de llamar la atención. Pero la señorita Buncle atraviesa una racha de problemas económicos (como consecuencia del crack del 29) y decide ponerse a escribir una novela para intentar ganar algo de dinero. Como apenas tiene imaginación ni fantasía, decide escribir sobre lo único que conoce: la vida en Silverstream. Eso sí, altera los nombres del pueblo –Copperfield- y de los protagonistas. La novela que al final publica, El perturbador de la paz, firmada con el seudónimo de John Smith, convierte en literatura los sucesos domésticos y familiares de muchos de sus vecinos. Pero... no todos salen bien parados.

Cuando aparece, la novela provoca un cataclismo, pues la mayoría de los vecinos se ven retratados. Los que salen poco agraciados ponen en marcha una campaña para descubrir al autor/a para darle su merecido. El devenir de los hechos confirma, sin embargo, la acertada crítica de la autora hacia unos personajes egoístas que tampoco tienen sentido del humor. También resulta interesante la relación que la autora mantiene con su editor londinense, el señor Abbott.

Novela sencilla, de buenos sentimientos, ingeniosa en su argumento, con la que la autora realiza un hábil trabajo de disección social, sin abusar en la crítica. Además, contiene también sugerentes reflexiones sobre las relaciones entre la literatura y la vida, la realidad y la imaginación y el trabajo de los escritores.


El libro de la señorita Buncle
D. E. Stevenson
Alba. Barcelona (2012)
378 págs. 22 €.