sábado, 30 de marzo de 2013

“Los acuarios de Pyongyang”, de Kang Chol Hwan


 
“La vida se me iba en obedecer y aguantar. Aceptaba mi situación como un destino. Si hubiera tenido una clara conciencia del infierno en el que me encontraba, me habría sumido en la desesperación. Nada peor que ponerse a pensar para hundirse en la melancolía”. Así describe Kang Chol Hwan su estado de ánimo en el campo de concentración de Yodok, en Corea del Norte, durante los doce años que pasó como prisionero.
 
En ese campo, en el que ingresó con nueve años junto al resto de su familia, Kang Chol aprendió a blindar sus sentimientos, a ser impasible ante el sufrimiento propio y ajeno, a no rebelarse, a someterse a unas órdenes absurdas y despóticas. En ese inhumano ambiente tiene lugar su duro aprendizaje vital. Eso sí, ni en él ni en el resto de los prisioneros se cumplen los objetivos de su encarcelamiento: “reeducarnos mediante el trabajo y el estudio” para ser ciudadanos ejemplares del régimen estalinista de Kim Il Sung, la “Luz del Género Humano”, “Genio sin Igual”, “Cima del Pensamiento”, “Estrella Polar del Pueblo”.

Tras abandonar el campo, Kang Chol y el resto de su familia intentan rehacer sus vidas, aunque el país proporciona muy pocas oportunidades a los que como él han estado prisioneros. Pocos años después, tras conocer que ha sido descubierto de escuchar una emisora de radio prohibida, se ve forzado a emprender una peligrosa huida, amenazado con volver a un campo peor que el de Yodok. El relato de su experiencia fue muy sonado en 1992, pues apenas existían testimonios de lo que estaba ocurriendo en Corea del Norte, y menos de la existencia en la década de los noventa de campos de concentración. Corea del Norte sigue siendo un país fosilizado en el tiempo que, ante la pasividad internacional, continua aplicando las prácticas de terror y violencia heredadas del estalinismo contra todo aquel que disienta de la doctrina comunista que emana del general Kim Il Sung, fallecido en 1994 y convertido en mito oficial.

Lo que cuenta Kang Chol no es diferente de tantos otros testimonios sobre la vida cotidiana en los campos de concentración nazis y soviéticos. Lo que más llama la atención es la cercanía de su testimonio, pues Kang Chol abandonó el campo a principios de los noventa. Este libro, escrito en colaboración con el francés Pierre Rigoulot, coautor de El libro negro del comunismo, contribuirá sin lugar a dudas a mirar de otra manera lo que ocurre en ese misterioso y peligroso país que es Corea del Norte.

 
Los acuarios de Pyongyang
Recuerdos del infierno norcoreano
Kang Chol Hwan
Amaranto. Madrid (2005)
258 págs. 22 euros.

miércoles, 27 de marzo de 2013

“La soledad de los números primos” de Paolo Giordano



Con motivo del reciente estreno de una película basada en esta novela, de la que el propio Paolo Giordano ha sido el guionista, recupero una reseña que escribí cuando se publicó el libro. A mí me sorprendió mucho en su momento la entusiasta recepción que tuvo y los elogiosos comentarios que hizo la crítica literaria de una novela que, según mi modesta opinión, como escribo en la reseña, mostraba unos conflictos y sentimientos muy prefabricados en unos personajes inverosímiles. Ahí va lo que escribí.

La soledad de los números primos cuenta la extraña relación de dos personajes enclaustrados en sí mismo y en absorbente y dolorida soledad. Tanto Alice como Mattia tienen importantes secretos de su infancia que ocultar que de alguna manera han condicionado su personalidad (así comienza la novela). Los dos se conocen en el instituto y los dos mantienen una extraña amistad que poco tiene que ver con las diversiones del resto de sus compañeros. La relación que tienen con ellos es distante e impasible, y con sus padres mantienen un frío y deliberado desprecio. Además, los dos desprenden un halo trágico que les hace distintos e irrepetibles. Para explicar estas curiosas personalidades, Paolo Giordano (Turín, 1982), licenciado en Física Teórica, recurre a la imagen de los números primos, “solos y perdidos, próximos pero nunca juntos”.

Pero lo que sucede en la novela deja al lector totalmente indiferente, pues Giordano no construye personajes con vida propia sino peleles que encarnan manidas posturas existenciales, que él piensa que siguen siendo “atrayentes” y muy “literarias”. Novela de laboratorio, muy elemental en sus mimbres, que por resaltar algo refleja sociológicamente el vacío de cierta adolescencia (igual en todas partes, con los mismos tópicos) y la desorientación vital y sexual de muchos jóvenes profesionales.


La soledad de los números primos
Paolo Giordano
Salamandra. Barcelona (2008)
286 págs. 16 €.
T.o.: La solitudine dei numeri primi.
Traducción: Juan Manuel Salmerón.

sábado, 23 de marzo de 2013

“Estaba en el aire”, de Sergio Vila-Sanjuán


 
El Premio Nadal 2013 ha recaído en la segunda novela que publica el periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán (Barcelona, 1957), coordinador del Suplemento Cultura/s del diario La Vanguardia, autor de varios ensayos dedicados al mundo editorial y de la novela Una heredera de Barcelona.

En una nota final explica el autor que la novela tiene su origen”en las historias de empresa y de vida social barcelonesa que escuchaba en casa durante mi infancia y adolescencia”. La novela está ambientada a inicios de la década de los 60 en una Barcelona en pleno proceso de transformación, con el régimen franquista controlando los movimientos sociales y periodísticos y con una tímida apertura que propició un auge del tejido industrial y la multiplicación de iniciativas empresariales que trajeron consigo un significativo movimiento de dinero y la aparición de una floreciente sociedad de consumo. Los protagonistas son personajes de una alta burguesía que ha conseguido poco a poco ocupar su espacio en la posguerra, recuperando posiciones y viviendo en muchos casos de espaldas a la realidad de una España todavía con muchas luces y sombras.

Sergio Vila-Sanjuán se centra en el mundo de la radio y de la publicidad y en las vidas de varios ejecutivos de postín que se mueven en este mundo de negocios y de glamour. Uno de ellos es Juan Ignacio Varela, el publicitario responsable de un famosísimo programa de radio que dirige un periodista de renombre y que está patrocinado por el antigripal Rinomicina (con su famoso eslogan “¡Rinomicina aspirado y al otro lado resfriado!”). Otro protagonista es el dueño del grupo empresarial en el que trabaja Juan Ignacio, Casimiro Pladevall, magnate sin escrúpulos, que se maneja muy bien con el Régimen, poderoso y vividor que tiene como amante al tercer protagonista de la novela, Tina Viladomiu, problemática mujer que arrastra un traumático matrimonio a sus espaldas. A estos tres, que llevan el peso, hay que sumar la peripecia vital del joven Antonio, uno de los niños de la guerra, que veinte años después busca a sus familiares a través del programa de radio que patrocina Rinomicina.

Lo mejor de la novela es la ambientación: la radio de la época, la prensa, el mundo de los negocios, los locales y las familias de moda... Sin abrumar ni avasallar, con leves pinceladas, Sergio Vila-Sanjuán sitúa muy acertadamente a estos personajes en una España que empieza a abandonar las estrecheces de la posguerra y se aprovecha del tirón económico de esos años.

A la novela le falta un claro hilo conductor. De hecho, toda la primera parte transcurre sin que sepamos muy bien a dónde va a dirigirnos el autor, pues entra en materia demasiado tarde. Esta falta de consistencia argumental se traslada a los personajes, quizás demasiado esquemáticos, sin que lleguemos a conocer en profundidad a ninguno de los tres. Más interés que sus problemas y sus vidas tiene la vida de esa España, el auge económico de Barcelona, el peso de los programas de radio, la prensa sensacionalista, las cicatrices de la guerra...

 

Estaba en el aire
Sergio Vila-Sanjuán
Destino. Barcelona (2013).
236 págs. 19,50 €.

jueves, 21 de marzo de 2013

“Intemperie”, de Jesús Carrasco


 

Incluso antes de su publicación, esta novela, la primera de su autor (Badajoz, 1972), ya se había convertido en un éxito internacional. En la pasada Feria de Francfort, el libro fue vendido a un buen número de países. Gracias a una hábil campaña de marketing, Intemperie es ya una novela muy leída y comentada, con numerosas presentaciones en ciudades españoles y con un número inusual de entrevistas con el autor en muchos medios de comunicación. Aunque esto no significa vender muchos libros, está claro que en este caso el marketing ha ayudado bastante.

La novela está ambientada en un espacio sin nombre, aunque muchos de los rasgos pertenecen a la España rural del sur. Tampoco se especifica en qué tiempo transcurre la acción, aunque algunos detalles pueden situar la novela en la posguerra. La acción es mínima: un niño decide escaparse de su familia y pueblo; oculto, ve cómo le buscan por todos los lados. Consigue fugarse y en su huida, peligrosa, se encuentra con un pastor de cabras que le acoge sin preguntar nada. Pero la búsqueda continua y en un momento dado, mientras el niño está escondido, aparece el alguacil con sus ayudantes, la persona que parece mostrar más interés en dar con el paradero del niño. No lo encuentran, pero propinan una paliza al cabrero que está a punto de acabar con su vida. A partir de ese momento, el destino del cabrero y del niño parece más unido que nunca y lo que viene a continuación es la defensa de la ética y de la dignidad por parte de los que parecen más débiles y desheredados.

No oculta el autor sus influencias, que parecen situarse entre la ambientación rural e infantil de algunas novelas de Delibes (como Las ratas), la sobriedad narrativa del mexicano Juan Rulfo, la desnuda y cruda poesía y violencia de las novelas de Cormac McCarthy y el imaginario procedente del mundo de las películas de Hollywood. El autor, en una entrevista, asimilando estas influencias, califica su novela como un posible western hispánico.

Lo más importante es el estilo. Carrasco huye de proporcionar toda la información de lo que está pasando y se limita principalmente a evocar y sugerir. En la primera parte de la novela no sabemos por qué huye el niño, ni entendemos su relación con el cabrero; a esta sensación contribuyen la ausencia de datos espaciales y temporales. Un niño, desvalido, huye en un territorio hostil, amenazado por la sequía, la falta de alimentos y la desolación más absoluta. El cabrero es un hombre de pocas palabras que vive al día con sus cabras y su perro; no le interesa conocer ni quién es el niño ni las razones de su estado ni de su huida. Parece como si los dos hubiesen aceptado sus destinos, lo que se refuerza con algunos episodios que provocan su unión y dependencia.

El estilo es sobrio, desnudo, esencial, poético. Es cierto que en algunos momentos el autor cae en una posible afectación, al rebuscar en el empleo de algunos términos y al barroquizar algunas sensaciones y descripciones. Pero, en general, el estilo, muy tenue, resulta tremendamente eficaz para transmitir de una manera descarnada y en ocasiones distante un mundo que ha sido reducido a unos valores esenciales y muy humanos, a pesar de la crudeza y violencia de algunos pasajes y del primitivismo de la ambientación rural.

 
Intemperie
Jesús Carrasco
Seix Barral. Barcelona (2013)
224 págs. 16,50 €.

lunes, 18 de marzo de 2013

“El abrigo de Proust”, de Lorenza Foschini


Publicado en 2008 en Italia, este breve libro es la historia de una curiosa fascinación. En este caso, la que sintió el francés Jacques Guérin por su compatriota Marcel Proust, el autor de En busca del tiempo perdido. La autora, napolitana nacida en 1949, cuenta que el germen de este libro fue la entrevista que hizo para la televisión a Piero Tosi, famoso diseñador de vestuario que trabajó con el cineasta Luchino Visconti. En la entrevista, y a propósito del fallido intento de llevar al cine la famosa obra de Proust, cuenta que investigando sobre el posible diseño de los vestuarios para la película conoció la increíble historia de Jacques Guérin. La autora lo que hizo fue investigar casi policialmente sobre el asunto, indagando en la vida de Guérin y en el por qué de su fascinación por todo lo relacionado con Marcel Proust.

Guérin, con una difícil y un tanto escabrosa vida a sus espaldas, dirigía una prestigiosa empresa familiar dedicada a los perfumes. Esa actividad era compatible con una poderosa afición por la literatura y por las vidas de algunos célebres escritores y artistas de la talla de Proust, Rimbaud, Baudelaire, Jean Cocteau y Jean Genet. Sobre estos escritores no solo fue un experto sino que, además, se dedicó a rescatar del olvido muchos de los objetos que tuvieron relación con sus vidas: cartas, postales, escritos, objetos decorativos, muebles, vestidos, etc.

En el caso de Proust, el fetichismo fue absoluto, pues Guérin tuvo la oportunidad de conocer personalmente al hermano de Marcel, a Robert, conocido médico parisino. Tras una intervención quirúrgica, Guérin mantuvo relación con Robert y fue descubriendo en su consulta que Robert poseía muchos de los objetos personales del autor. Ni siquiera su familia compartía su fascinación por Marcel; su cuñada Marthe no había leído a Marcel y consideraba su vida y su homosexualidad como una desprestigiosa lacra para toda su familia. Robert, más intelectual y metódico, sí conocía bien la obra de su hermano, pero no se le había pasado por la cabeza que los objetos familiares que Marcel había heredado y que decoraban su casa fuesen tan importantes. Todavía Proust no había alcanzado la fama de escritor necesario e inmortal que tendría años después y que, poco a poco, se extendería hacia todo su mundo, incluidas sus posesiones más domésticas, como su famoso abrigo, que menciona en sus obras.

Guérin fue acercándose con sigilo a la familia, ganándose su confianza y amistad. Robert le enseñó algunos manuscritos de su hermano que guardaba en casa. A la muerte de Robert, su viuda se deshizo de la mayoría de estas pertenencias. Guérin consiguió ponerse en contacto con el ropavejero que las había comprado y fue decorando su residencia con los muebles que habían rodeado la vida de Proust. Incluso Guérin consiguió hacerse con su famoso bastón y su anhelado abrigo, con dibujos y fotografías y hasta con parte de los manuscritos originales. Muchos años después, ya con Proust convertido en leyenda mundial, los donaría al Museo Carnavalet.

“¿A qué se debe esta obstinación?”, se pregunta el traductor Hugo Beccacece en el postfacio. “¿Por qué alguien como Jacques Guérin, un hombre inteligente, sensible, excelente lector, consagró su vida a coleccionar los originales, las anécdotas, los objetos de Proust?”. Y da una posible respuesta un poco después: “creó así la ilusión casi perfecta de que la vida de Proust continuaba”. Curioso y ameno libro que indaga en la pasión y el fetichismo literario.

El abrigo de Proust
Lorenza Foschini
Impedimenta. Madrid (2013)
144 págs. 17,95 €.
T.o.: Il cappotto di Proust. Traducción: Hugo Beccacece.

domingo, 17 de marzo de 2013

“La nariz”, de Nikolái Gógol


Conocido sobre todo por sus novelas Las almas muertas y Taras Bulba, Gógol (1809-1852) fue también autor de una serie de narraciones breves en las que incluyó elementos fantásticos, sociales y hasta surrealistas. Las dos narraciones más famosas de Historias de Petersburgo son El capote, donde hay una original crítica social partiendo de una deliciosa historia realista, y La nariz, obra que ahora publica Gadir con ilustraciones de Esther Saura Múzquiz.

Ambientada en San Petersburgo, más que en ninguna otra introduce Gógol un sentido del humor absolutamente disparatado que llega a ser incluso surrealista, pues el argumento de este relato es la historia del asesor colegiado Kovaliov, que se despierta una mañana sin su nariz. Ocultando el rostro a sus amistades, Kovaliov sale a la calle para buscarla desesperadamente por las calles de la ciudad. Y, curiosamente, descubre a su nariz bajando de un coche, encarnada ahora en un consejero civil. Kovaliov persigue a su nariz y la consigue dar alcance en la catedral. Pero en un despiste de Kovaliov, la nariz vuelve a huir. La búsqueda acrecienta el sentido absurdo del relato y de la situación a la que tiene que enfrentarse Kovaliov que, sin embargo, intenta guardar las apariencias en todo momento, con verdadero pavor a que se conozca su desgracia.

La ambientación es muy realista y, como en otras narraciones del autor, la irrupción del ingrediente fantástico provoca una mezcla muy atrayente que, en este caso, más que en El capote, no transmite una intención clara sino que la historia puede interpretarse de diferentes maneras: como una parodia de las convenciones sociales, una caricatura de la Rusia de su tiempo, una crítica al carácter de determinados personajes tópicos de aquella sociedad...

La nariz
Nikoláis Gógol
Gadir. Madrid (2012)
80 págs. 16 €.
T.o.: Nos. Traducción: Enrique Moya.

sábado, 16 de marzo de 2013

“La saga del sagú de Slattery”, de Flann O’Brien


 
Considerado uno de los escritores irlandeses más importantes en lengua inglesa, en los últimos años hemos tenido la suerte de que la mayoría de las novelas más importantes de Flann O’Brien (1911-1966) han sido traducidas gracias a la editorial Nórdica y al buen hacer de su traductor, Antonio Rivero Taravillo, que ha sabido captar en sus traducciones el tono del original, plagado de dobles sentidos y de expresiones y nombres de muy difícil traducción. La más conocida de sus novelas, El Tercer Policía, fue la puerta de entrada para descubrir un territorio absurdo, entretenido y muy original, como confirman sus novelas Crónica de Dalkey, La boca pobre, La vida dura, En Nadar-dos-pájaros y su antología de artículos periodísticos La gente corriente de irlanda. Ahora, como colofón, publican La saga del sagú de Slattery, novela inconclusa y póstuma en la que O’Brien vuelve a reírse de sus compatriotas.

En esta breve novela, se cuenta un pequeño episodio de la vida del irlandés Tim. Su padre adoptivo se ha ido a Estados Unidos para hacer fortuna, y lo ha conseguido gracias al petróleo. En Estados Unidos, de manera imprevista, se ha casado y la que es ahora la señora Crawford MacPherson ha decidido viajar ella sola desde Texas a Irlanda con un objetivo muy ambicioso: invertir una importantísima cantidad de dinero en transformar el régimen alimenticio de los irlandeses, para ella uno de los culpables de su carácter y de su secular pobreza. Para ello, se propone sustituir la patata por el sagú, una fécula que crece en los árboles. “Quiere –explica Tim - que haya árboles de sagú por toda Irlanda. Quiere comprar todas las tierras de labranza y que el sagú sea obligatorio”. Con ellos quiere evitar futuras hambrunas como las que provocaron la llegada de miles de emigrantes irlandeses a Estados Unidos.

La novela es solamente el apunte de lo que puede pasar, pues se interrumpe bruscamente. Pero lo que se cuenta es suficiente para descubrir la maestría de O’Brien y su enorme facilidad para criticar de manera muy divertida a los irlandeses y, en este caso, también a los americanos, representados por la emprendedora y presbiteriana señora Crawford MacPherson.


La saga del sagú de Slattery
Flann O’Brien
Nórdica. Madrid (2012)
96 págs. 12,50 €.
T.o.: Slattery’s sago saga. Traducción: Antonio Rivero Taravillo.

jueves, 14 de marzo de 2013

“El infierno de los jemeres rojos”, de Denise Affonço


En prisión, ha muerto Ieng Sary, cofundador junto a Pol Pot de los Jemeres Rojos. Al igual que otros líderes de esta facción comunista, que acabó con la vida de cerca de tres millones de camboyanos entre 1975 y 1979, Ieng Sary estaba siendo juzgado en Phnom Penh por el Tribunal Internacional de Camboya. Ieng, como Pol Pot, fallecido en 1988, también había estudiado en París, donde descubrió el comunismo. Cuando Angkar, el Partido Comunista Camboyano, se hizo con el poder, fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores de la República Democrática de Kampuchea, como rebautizaron a Camboya los líderes de los Jemeres Rojos: Pol y Pot y Nuon Chea, el número dos, todavía pendiente de juicio. Hasta ahora, parece mentira, sólo hay un líder jemer que ha sido condenado a cadena perpetua, “Duch” Kaing Guek Eav, quien dirigió la cárcel de Tuol Sleng S-21, donde de una población reclusa de entre 20.000 prisioneros, apenas sobrevivieron una veintena.

Resulta difícil de explicar y de analizar lo sucedido en esos años y hasta dónde llegó la paranoia de unos líderes que quisieron transformar de manera radical las vidas de sus compatriotas. Cuando se hicieron con el poder su principal objetivo fue eliminar a todos aquellos que consideraban enemigos del pueblo. De manera sistemática, con una brutal represión, pusieron en marcha un acelerado y programado proceso de depuración, genocidio y adoctrinamiento político tristemente macabro, pero muy eficaz. Para estas cosas, algunas dictaduras comunistas no tienen parangón.

Menos mal que tenemos dos excepcionales testimonios de lo sucedido en esos años. El primero, la magnífica película de Roland Joffé, Los gritos del silencio. En segundo, las memorias de Denise Affonço, escritora residente en la actualidad en Francia que vivió en directo aquellos dramáticos hechos, que provocaron la muerte de su marido y de una hija en un campo de trabajo. Lo cuenta en El infierno de los jemeres rojos, que publicó en España en 2010 Libros del Asteroide.

“Con este libro –escribe Affonço-, quiero hacerme testigo de cargo del monstruoso régimen de los jemeres rojos y rendir homenaje a quienes me liberaron, los soldados del ejército regular vietnamita que estaba en guerra contra la ideología más sanguinaria de la época, el comunismo maoísta que inspiró a Pol Pot”. Affonço vivía en la capital de Camboya, Phnom Penh, cuando el 17 de abril de 1975 los jemeres rojos se apoderaron de la capital, entre el júbilo de los habitantes, que veían derrocado al títere Lon Nol. Poco les duró la alegría. Pronto, Angkar, el Partido Comunista, comenzó su sistemática implantación de su ideario, que llevaba consigo la implantación por la fuerza de un régimen que se proponía cambiar drásticamente la economía, la política y hasta las relaciones sociales y personales.


Los jemeres rojos vaciaron la ciudad de Phnom Penh de sus tres millones de habitantes, que fueron trasladados a campos de trabajo por todo el país. En el primer campo donde fueron a parar Denise Affonço, su marido y sus dos hijos, recibieron las primeras instrucciones y consignas de Angkar, traducidas en unos mandamientos donde se resumían los principios básicos de un partido que ambicionaba construir un nuevo paradigma humano: “Todo el mundo será reformado por el trabajo”, “Obedeceréis a Angkar en cualquier circunstancia”, “Está prohibido sentir nostalgia del pasado”, “Los niños serán educados por Angkar”. Con el ejemplo de lo ya acontecido en Rusia, en China y en Corea, Angkar impone las sesiones de reeducación, con instrucciones tan peregrinas como la prohibición de llevar ropa de color o cruzar una pierna por encima de la otra al sentarse (gesto que se juzgaba como un signo externo del capitalismo).

El visionario Pol Pot instaura una surrealista dictadura agrícola que no se arredra ante las enfermedades ni las muertes de miles de personas. En el caso de Denise vio cómo moría de hambre su hija de nueve años, Jeannie, y cómo las autoridades se llevaban a su marido –ferviente partidario de los jemeres rojos- a un destino desconocido, aunque no tardó mucho en enterarse de su fusilamiento.

En 1979, tras cuatro años de trabajos forzados en unas condiciones humanas al límite, que se describen con detalle en estas memorias, Denise fue liberada por el ejército vietnamita. Poco tiempo después la sugirieron que escribiese lo que había visto durante esos años, testimonio que se ha convertido en prueba de cargo en los juicios que se están celebrando con una exasperante lentitud contra los jemeres rojos. Como censura la autora en este libro, la comunidad internacional no movió un dedo en aquellos momentos para detener esa masacre.


El infierno de los jemeres rojos
Denise Affonço
Libros del Asteroide. Barcelona (2010)
256 págs. 16,95 €.

miércoles, 13 de marzo de 2013

“Ifni”, de Manuel Chaves Nogales


 
En 1922, Manuel Chaves Nogales (1897-1944) decidió abandonar su Sevilla natal, donde ya había ejercido como periodista y publicado algunos libros, para trasladarse a Madrid. Comenzó escribiendo en El Heraldo. Después fichó por el periódico Ahora, próximo al partido de Azaña, y colaboró también en la revista Estampa, donde publicaría también muchos reportajes, luego convertidos en libros y publicados recientemente en diferentes editoriales españolas. Lo suyo fue un periodismo de acción, analítico, culto, cosmopolita, que compaginaba con su aprecio por el periodismo cultural y literario, del que procedía.
Cuando estalló la Guerra Civil, Chaves se posicionó al lado de la República. Siguió escribiendo en el periódico Ahora hasta que el Gobierno republicano se trasladó a Valencia a primeros de noviembre del 36. “Cuando el Gobierno de la República abandonó su puesto y se marchó a Valencia, abandoné yo el mío. Ni una hora antes, ni una hora después”, dejó escrito en el prólogo de su libro A sangre y fuego. Luego se exilió a París, donde continuó su actividad periodística colaborando con diferentes medios europeos e hispanoamericanos describiendo la marcha de la guerra civil española y los primeros momentos de la dictadura de Franco. En 1940, cuando las tropas alemanas se acercaban ya a París, se trasladó a Londres, donde falleció de manera inesperada en 1944.

Ifni, la última aventura colonial española es un reportaje en directo de la toma en 1934 de la provincia de Ifni, 1.500 kilómetros cuadrados situados en el suroeste de Marruecos y antigua provincia española hasta 1969. Resulta muy curiosa esta intervención militar en plena II República, de la que Chaves fue testigo acompañando al Coronel Capaz, quien durante años, en diversos periodos, había sido Delegado de Asuntos Indígenas. Casi forzado por la actitud de Francia en aquella zona, España tomó posesión de unas tierras cuya presencia española se remonta a la época de los Reyes Católicos, cuando se había fundado Santa Cruz de Mar Pequeña. En 1860, el Sultán de Maruecos, gracias al Tratado de Wad Ras (Tratado de Paz y de Amistad entre España y Marruecos), reconoce aquellos territorios como españoles.

A pesar de todo, siguieron sin ocuparse, y eso que en 1912, tras la firma de un tratado con Francia, se redujeron sus dimensiones de manera significativa. En 1933 hubo un intento fallido de ocupar la capital, Sidi Ifni, ciudad de difícil acceso por mar. Pero la experiencia militar del coronel Fernando Osvaldo Capaz en el Protectorado de Marruecos fue determinante para el éxito de la operación. En abril de 1934 se tomó la capital, Sidi Ifni, y luego, poco después, el resto de unos territorios difusos que, en algunos sitios, fueron también compartidos con las tropas francesas.

Los reportajes de Chaves Nogales fueron publicados en el diario Ahora en 1934. En ellos se cuentan estos episodios militares junto con las peripecias personales que vivieron los periodistas de su periódico, pues el viaje hasta Sidi Ifni fue bastante accidentado. Chaves fue testigo directo de las hábiles negociaciones del coronel Capaz con los jefes de las cabilas y con las tropas francesas. Consiguió ganarse a los habitantes de estas tierras y sus jefes sin desplegar ni un solo tiro.

Chaves se entrevistó con unos y con otros, poniendo en práctica su moderno periodismo de acción, que le llevaba a tener un contacto directo con aquellas gentes. Hay en todo momento una mirada periodística y muy literaria sobre las peculiaridades de unas tierras tan abandonadas, pobladas por tribus. Y hay también un gran respeto por la actuación de los militares españoles, de manera singular por su jefe, el coronel Capaz, nombrado general pocos meses después de estos sucesos (dos años después, el general Capaz se encontraba de paso en Madrid en el mes de julio de 1936; detenido, fue fusilado en agosto de 1936 en la cárcel Modelo).

Chaves, pues, acerca a los lectores españoles ante una de las últimas actuaciones coloniales españolas (que se completarían años después con la presencia española en el Sáhara Occidental y en Cabo Juny). Ifni ocasionaría, además, muchos años después, durante el franquismo, la última guerra española, que tuvo lugar contra Marruecos en 1957 (poco después de la independencia de Marruecos) y que terminó con el Acuerdo de Angra de Cintra firmado en 1958 por el que los españoles cedieron a Marruecos Cabo Juny y casi todo el territorio de Ifni, menos su capital, Sidi Ifni, y alrededores, que se entregarían definitivamente a Marruecos en 1969.

 
Ifni
Manuel Chaves Nogales
Almuzara. Córdoba (2012)
152 págs. 15,95 €.

domingo, 10 de marzo de 2013

“La muerte de Iván Ilich”, de Lev Tolstói


 
Dentro de su colección Ilustrados, con traducción de Víctor Gallego ilustraciones de Agustín Comotto, publica Nórdica una nueva edición de uno de esos libros que sigue impactando a lectores de todos los tiempos, además de ser una excelente muestra del arte narrativo del escritor ruso Lev Tolstói (1828-1910). La muerte de un magistrado a causa de un cáncer abdominal da pie a Tolstoi para escribir una dramática parábola sobre la existencia humana condenada al vacío. Para Vladimir Nabokov, se trata de “la obra más artística, más perfecta y la más refinada de Tolstói”.

Iván Ilich lleva una vida apacible, familiar, con una clara tendencia al bienestar físico y al conformismo moral. La lenta aparición de una enfermedad mortal, con su implacable avance, le lleva a la postración, al abandono de todas sus actividades y a la comprobación de que su vida estaba apoyada en la hipocresía y en la mezquindad.

Solo, hundido y desesperado, el protagonista repasa su vida y comprueba con intranquilidad que todo lo que ha vivido es un espejismo al lado de la muerte, cada vez más cercana. Los últimos momentos de su vida son patéticos, duros, angustiosos, siempre al borde de un incomprensible abismo que es la imagen del hastío y de la nada cuando no existe sentido de la trascendencia. Sólo el intermitente recuerdo de la infancia le proporciona una mínima paz de espíritu. El estilo es sobrio, condensado, sobrecogedor.

 
La muerte de Iván Ilich
Lev Tolstói
Nórdica. Madrid (2013)
154 págs. 18 €.
T.o.: Smert Ivana Ilicha. Traducción: Víctor Gallego.
Ilustraciones: Agustín Comotto.

sábado, 9 de marzo de 2013

“El caso Tuláyev” de Victor Serge


 
Publicado en 2007 en la editorial Alfaguara, vuelve a reeditarse este libro, uno de los primeros testimonios que denunciaron las purgas estalinistas. Su autor es Víctor Serge, célebre anarquista que había nacido en 1890 en Bruselas en una familia de exiliados rusos. Tras la Revolución rusa, se trasladó a Rusia y durante bastantes años sus actividades políticas estuvieron ligadas al Komintern, del que fue agente.

En 1933 fue arrestado y deportado a Siberia por criticar la deriva totalitaria del régimen. Sin embargo, gracias a la intervención de André Gide y otros intelectuales que conocieron y denunciaron su caso en la opinión pública, Stalin permitió a Serge abandonar el país. Estuvo en España en la Guerra Civil, luego vivió en París y cuando las topas nazis invadieron la capital francesa huyó a México, donde murió totalmente olvidado en 1947. El año pasado, la editorial Veintisiete Letras publicó Memorias de un revolucionario, en el que el propio Serge hacía un detallado recuento de su agitada biografía revolucionaria.

Serge es autor de ensayos políticos y otros libros muy ligados a su peripecia vital. En México escribió esta sobrecogedora novela, que cuenta con un nítido trasfondo autobiográfico y cuyo tema le emparenta con otros libros donde se describe el Terror ruso, como los de Solzhenitsyn, Shalámov, El cero y el infinito, de Arthur Koestler, y Moscú: frontera, del checo Jirí Weil, también un testimonio primerizo del terror soviético.

En Moscú aparece muerto a balazos Tuláyev, un influyente miembro del Partido Comunista. El asesino es un anónimo ciudadano, alejado de las cúpulas de poder y de la maquinaria del Partido Comunista Comienzan las investigaciones y no descubren nada. Pero Stalin dice que Tuláyev ha sido víctima de un complot preparado por los propios miembros del Partido Comunista. Poco a poco, se buscan a una serie de dirigentes que pueden explicar la teoría del complot, todas personas han desempeñado un importante papel en la consolidación del Partido Comunista. Los sospechosos son Erchov, el antiguo Alto Comisario de la Seguridad; el historiador y ex miembro del Comité Central Kiril Rublev; el secretario regional de Kurgansk; Artemio Makeyev; el trotskista Rishik; y Kondratiev, compañero de Stalin y ahora al mando de empresas estatales.

El autor cede el protagonismo a cada uno de estos personajes, de los que se cuenta su evolución dentro de la maquinaria comunista hasta llegar a la situación delicada en la que ahora se encuentran. Todos son personas que se han entregado al Partido y que creyeron en la Revolución. Algunos se han desencantado totalmente al ver la evolución represora del régimen y la instalación del terror, la obediencia hipócrita y el constante recurso a la purga. Stalin, el jefe, aparece muy bien retratado por alguien. Serge, que le trató personalmente.

Además, hay unas espléndidas páginas ambientadas en el desarrollo de la Guerra Civil española y protagonizadas por militares soviéticos obsesionados con la presencia trotskista en las tropas republicanas. Esta magnífica novela respira una apabullante verosimilitud.


El caso Tuláyev
Victor Serge
Capitán Swing. Madrid (2013)
392 págs. 18,5 €.
T.o.: L’affaire Toulév. Traducción: David Huerta.

miércoles, 6 de marzo de 2013

“La palabra heredada”, de Eudora Welty


En 1984, con 75 años, la escritora Eudora Welty (909-2001) impartió tres conferencias en la Universidad de Harvard que luego se reunieron en este volumen. En las tres, Welty habla de su vida en Jackson (Mississippi) y de sus inicios como escritora.

La primera conferencia está dedicada especialmente a sus padres y a su mundo infantil, con personajes tan importantes para la escritora como la maestra Miss Dumling, “el alma más íntegra que yo haya conocido jamás. Se entregaba a su oficio de maestra de escuela con tanta dedicación que hacía que se negara sistemáticamente a cualquier otra forma de vida”. El relato de sus padres es cariñoso y certero, distinguiendo los rasgos de cada uno que luego ella ha comprobado que se han trasladado a su persona. El padre era una persona metódica en sus aficiones y estilo de vida y obsesionado con el futuro; su madre, que había ejercido de maestra, le transmitió su afán por los libros y la lectura. La segunda conferencia la dedica a sus familiares, a sus abuelos y tíos y a los largos viajes en coche y tren que hacía con sus padres para visitarlos. Después de casarse, los padres de Eudora decidieron probar suerte en un sitio pequeño y alejado como Jackson. En la tercera conferencia habla de sus inicios como escritora y conecta algunos de los temas y obsesiones de sus primeros relatos con episodios que proceden directamente de su vida.

Las tres partes forman un brillante y emotivo libro de memorias que explica muy bien el mundo sureño en el que se crió la autora (“el mundo exterior constituye el ingrediente vital de mi vida interior”) y que luego supo transmitir a su literatura sin las estridencias ni exageraciones de otros autores. Welty despliega en su literatura un mundo familiar lleno de paz, sosiego y felicidad que procede de sus experiencias biográficas. Sí, hay personajes extraños y raros, pero también una persistente cotidianeidad.

Welty publicó su primer relato en 1936. En 1941 apareció el primer volumen donde recopiló sus primeros relatos; hasta 1955 publicaría tres libros de cuentos más, todos recogidos en el volumen Cuentos completos que publicó Lumen en 2009 con motivo del primer centenario de su nacimiento. Ese mismo año se publicó en Impedimenta La hija del optimista, novela con la que obtuvo en 1973 el Premio Pulitzer. También en Impedimenta, Alfaguara, Cátedra, Anagrama y Siruela están publicadas el resto de sus novelas, como La novia del bandido (1942), la primera; Boda en el delta (1946), El corazón de los Ponder (1954) y Las batallas perdidas (1970). La palabra heredada ha sido una de las últimas traducciones de Miguel Martínez-Lage, prestigioso traductor fallecido recientemente sin que le diera tiempo a revisar su trabajo.


La palabra heredada
Eudora Welty
Impedienta. Madrid (2012)
192 págs. 18,40 €.
T.o.: One Writer’s Beginnings. Traducción: Miguel Martínez-Lage.

lunes, 4 de marzo de 2013

“Vientos amargos”, de Harry Wu


Puede parecer increíble, pero todavía existen en China campos de trabajo. calificados por el régimen como centros de reeducación, con esa retórica dictatorial propia de los regímenes totalitarios. Con datos proporcionados por el Consejo de Derechos Humanos, en 2009 había 170.000 personas recluidas en estos campos, culpables de cometer delitos muy diferentes (desde criticar a las autoridades hasta por tráfico de drogas). Estos días, marzo de 2013, se debate en la Asamblea Nacional Popular del Parlamento de China la abolición o reforma de unos centros que apenas cuentan con garantías procesales y jurídicas y que fueron creados por Mao en la década de los 50 para combatir a los “enemigos de clase”, cajón de sastre que, como en otros países, sirvió para enviar como prisioneros a todos aquellos sospechosos de no comulgar con el partido comunista chino.

Hay organizaciones que llevan muchos años denunciando estos campos, que el régimen utiliza también como mano de obra. El escritor Harry Wu pasó casi veinte años ingresado en uno de estos campos, experiencia que contó en Vientos amargos, publicado por la editorial Libros del Asteroide en 2008. Wu fundó en 1992 The Laogai Research Foundation, una ONG dedicada a denunciar ante la opinión pública la falta de derechos humanos en China y la extensión de los campos de trabajo. Sobre este asunto, Harry Wu ha publicado varios ensayos.


Vientos amargos es un testimonio impactante porque desvela una situación poco conocida en el mundo occidental, a pesar de las denuncias. Lo mismo sucede en Corea del Norte, país en el que siguen existiendo hoy días campos de este tipo. Este testimonio conecta también con el que escribió Denise Affonço en El infierno de los jemeres rojos (Libros del Asteroide), donde contó su dramática experiencia en Camboya. Y no me pongo pesado con otros libros que denunciaron la verdad de lo que estaba ocurriendo en los campos de concentración de la URSS y otros países comunistas, frente a la pasividad de tantos intelectuales europeos que calificaron la existencia de estos campos como cuentos de hadas.

En 1960, Harry Wu, un joven estudiante del Instituto de Geología de Pekín, fue detenido acusado de derechista. Lo mismo les sucedió a miles y miles de personas que no se identificaron desde el primer momento con los ideales de la revolución maoísta o que tenían a sus espaldas un pasado que no estaba vinculado al Partido Comunista chino. Las acusaciones se extendieron por todo el país y miles de ciudadanos, sin ser juzgados ni condenados formalmente, fueron enviados a campos de trabajo con la intención de alcanzar la rehabilitación, siempre al amparo de lo que decía el Partido Comunista chino, dueño y señor de las vidas de todos sus conciudadanos.

Wu pensó que, como mucho, estaría tres años en estos campos de trabajo. Sin embargo, al final pasó casi veinte años en diferentes lugares hasta que fue liberado en 1979. A mediados de la década de los ochenta consiguió abandonar China para exiliarse en Estados Unidos, donde reemprendió sus trabajos científicos.

El libro de Harry Wu está escrito para denunciar la falta de libertades, los crímenes y la dictadura impuesta por el Partido Comunista. Wu se centra exclusivamente en cómo el Partido Comunista implantó unos campos de trabajo donde, en condiciones miserables (Wu ve morir a muchos de sus compañeros), se abusaba de los detenidos para construir el paraíso comunista. Años después, cuando ya vivía en Estados Unidos, consiguió entrar de nuevo en China y con una cámara oculta filmó algunos de estos campos y cómo las autoridades chinas utilizaban a los prisioneros como mano de obra para fabricar productos que luego vendían en el extranjero.

Antes de la llegada de los comunistas, Wu pertenecía a una familia acomodada. La Revolución se cebó con su familia. Él fue acusado en la Universidad de estudiante derechista y desde entonces su vida fue un infierno, siendo víctima, también de la política china de aquellos años, como las dramáticas consecuencias del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. No solamente tuvo que soportar sobrevivir en unas condiciones inhumanas; además, como enemigo del pueblo, estaba obligado a someterse a constantes autocríticas ideológicas y a estudiar todos los días los escritos del Gran Timonel y las directrices del Partido Comunista chino.


Vientos amargos
Harry Wu
Libros del Asteroide. Barcelona (2008)
376 págs.
T.o.: Bitter Winds. A Memory of My Years in China’s Gulag.
Traducción: Pedro Tena.

sábado, 2 de marzo de 2013

“Peccata minuta”, de Víctor Amiano


“Alea jacta est”, “alma mater”, “in pectore”, “ipso facto”... Aunque el latín ha perdido su sitio en la escuela y en la universidad, el lenguaje culto, cotidiano y periodístico está plagado de expresiones latinas de gran eficacia comunicativa. En muchas ocasiones, sirven para prestigiar al que las emplea; en otras, son otra manera, más sutil y delicada, de decir las cosas; a veces, si se utilizan demasiado y a destiempo, son también un síntoma de pedantería. Todas demuestran, si embargo, que el latín sigue vivo, por mucho que parezca que es una lengua más muerta que nunca.

Víctor Amiano es el sinónimo de tres profesores de la Universidad Autónoma de Madrid que han recogido en Peccata minuta las expresiones latinas más utilizadas y ofrecen en sus páginas un ameno recorrido por la historia de estas frases, su origen, sus protagonistas, su utilización a lo largo de la historia y su uso correcto. No tienen afán de exhaustividad y el libro no es un detallado prontuario ni un diccionario de la pervivencia de expresiones latinas en el lenguaje literario y en el coloquial. Su selección es muy práctica y también ayuda a explicar la vitalidad del latín y el atractivo de la cultura clásica.

Así, los autores explican el origen y el significado de los tópicos literarios más conocidos y utilizados, como aurea mediocritas, ubi sunt?, beatus ille, carpe diem y locus amoenus. Se cuenta el curioso origen de algunas palabras castellanas, como adefesios y sunsum corda; o el uso correcto de latiguillos muy periodísticos, como ad hominem o contra naturam. También quiénes son los protagonistas de frases tan célebres como O tempora, o mores. O el significado correcto de “si vis pacem, para bellum” y “per aspera ad astra”. Como explican los autores al final del prólogo, “es innegable la existencia de un gran abismo entre la profunda formación clásica que recibían los estudiantes de generaciones anteriores y la que poseen los jóvenes hoy día, pero quien lea estas páginas (...) tendrá ocasión de comprobar que, pese a la opinión mayoritaria, el latín continúa vivo y en plena forma, y además tiene su gracia”.


Peccata minuta
Víctor Amiano
Ariel. Barcelona (2012)
224 págs. 17 €.