jueves, 20 de febrero de 2014

“Baltasar (una autobiografía)”, de Slawomir Mrozek


El escritor polaco Slawomir Mrozek falleció en 2013 en la ciudad francesa de Niza. Había nacido en la pequeña localidad polaca de Borzecin en 1930 y hasta 1963, año en que se marchó de Polonia, residió también en Porabka Uszcwska, Cracovia, Katowice y Varsovia. Después vivió en Italia hasta 1968 que se trasladó a Francia, país en el que permaneció hasta 1989 y donde contrajo nuevamente matrimonio en 1987 con la directora de teatro mexicana Susana Osorio (su primera mujer, la actriz polaca Maria Obamba, había muerto de cáncer en 1969). Vive en México desde 1989 hasta que en 1996 decide regresar a Polonia y fue recibido como una gloria nacional. Sin embargo, como escribe en esta autobiografía, “cuanto más se prolonga una estancia en el extranjero, más difícil resulta acostumbrarse a la patria”. De hecho, en 2008 volvió a cambiar de residencia, esta vez a Niza, donde vivió hasta su muerte.


La literatura de Mrozek se divide en dos vertientes: fue un dramaturgo que cosechó importantes éxitos y un narrador también internacional. En España, aunque se han llevado a las tablas algunas de sus obras, con muy buena aceptación, es conocido sobre todo por sus narraciones cortas, que comenzó a publicar en la editorial Sirmio, antecedente de Acantilado, en 1995, cuando publicó La vida difícil, uno de sus mejores libros. En 1998, en Quaderns Crema se publicó El árbol, otra antología de sus relatos. A partir de 2001, Acantilado publica el resto de sus libros: Juego de Azar (2001), Dos cartas y otros relatos (2003), La mosca (2005) y la antología La vida para principiantes (2013). Su producción literaria incluye, además, dos novelas breves, de lo primero que escribió, también publicadas en Acantilado, El pequeño verano (2004) y Huida hacia el sur (2008), libros que están bastante lejos de la calidad de sus relatos cortos y de sus obras de teatro. También es autor de Diario del retorno, de 1996, no publicado en castellano, donde dejó anotada su experiencia de los años que pasó en México.


En 2002 sufrió en Polonia un grave accidente cardiovascular que le provocó una afasia que le duró tres largos años. Durante ese periodo, Mrozek luchó para recuperar la capacidad de escribir y hablar. Parte de la terapia que tuvo que realizar fue escribir este libro de memorias, que le permitió recordar lentamente muchos aspectos de su vida, que él vivía como la de otra persona (de ahí el título del libro Baltasar, su seudónimo). Todo esto lo cuenta al principio y al final de esta autobiografía, en la que también agradece a los doctores el tratamiento recibido para curarle de su enfermedad.


Quizás este origen terapéutico explique por qué Mrozek cuenta las cosas muy por encima en estas memorias, esquivando las cuestiones personales e íntimas. Se trata de un recorrido muy externo por su agitada vida hasta que se convierte en el extranjero en un escritor consagrado. Esta levedad se aprecia, por ejemplo, a la hora de hablar sobre sus opiniones políticas y el comunismo. O sobre las influencias y referencias a su propia literatura, de la que apenas dice nada. Y salvo algunos leves apuntes, tampoco indaga en sus convicciones existenciales. Por eso, aunque resultan unas memorias entretenidas, que ayudan a conocer mejor el tiempo de un escritor tan original, durante la lectura se tiene la sensación de que Mrozek ha desaprovechado la ocasión, quizás de manera deliberada, para explicar mejor algunas claves de su literatura y de su persona.


“Nací antes de la guerra y esto determinó mi educación”. Vivió la Segunda Guerra Mundial cuando era muy pequeño, pero tiene recuerdos muy vivos de determinados sucesos familiares. Tras la guerra recuerda también la radical transformación de Polonia en un país comunista. Su madre murió joven y las relaciones con su padre nunca fueron buenas, aunque con el paso del tiempo algo se arreglaron. Al finalizar la reválida se matrícula en Arquitectura, que abandona, lo mismo que hizo con los estudios de Bellas Artes y de Cultura Oriental, en los que se matriculó para librarse del servicio militar. En Cracovia comenzó a relacionarse con jóvenes artistas e intelectuales, algunos de ellos en la órbita del Partido Comunista, lo que le facilitó bastante las cosas. Comenzó a colaborar en la revista Przekrój y en el periódico Dziennik Polski.


Coincide esta época con su mayor relación con la literatura. Es un caricaturista de prestigio y también empieza a escribir relatos satíricos. Gracias a su militancia comunista pudo viajar a Rusia, Austria, Venecia, París, Estados Unidos, Niza, Italia... Al regreso de estos viajes, ya metido de lleno en el mundo del teatro, con estrenos llenos de éxito, como Policía, su primera gran obra, abandona su militancia en el Partido Comunista. Ahogado por el clima cultural y deseando buscar otras experiencias, se fuga con su mujer en 1963. “Yo no estaba –escribe- comprometido con oposición alguna ni tampoco era un proscrito; al contrario, en Polonia había iniciado una rápida carrera literaria”. Es en el extranjero cuando Mrozek abandona su tibio comunismo y se dedica a parodiarlo de manera muy entretenida y convincente, como puede verse por ejemplo en algunos de los relatos de La vida difícil (2002), para mí su mejor libro junto con la antología La vida para principiantes (2013). En el extranjero, Mrozek inicia una extensa trayectoria como escritor, aunque toda la vida se sigue considerando a sí mismo como un inadaptado. Algunas de sus obras teatrales más valoradas son En alta mar, Strip-Tease, Tango y Los emigrantes, entre otras muchas.


Salvo en estas memorias, en las que emplea un estilo sencillo y natural, la literatura de Mrozek está traspasada por una visión grotesca y esperpéntica de la realidad, el punto de partida de todo. Mrozek utiliza la literatura para combatir, con mucho humor, ciertos estereotipos sociales y la estupidez del comportamiento humano. Parodia frecuentemente muchos aspectos cotidianos de un país comunista y de la vida en general. Sus relatos son breves, de pocas páginas, una pirueta en el aire para combatir con ingenio el ridículo. Con técnicas próximas al absurdo, como escribió el crítico alemán Marcel Reich-Ranicki, Mrozek es “un humorista que habla muy en serio”.





Baltasar (una autobiografía)
Slawomir Mrozek
Acantilado. Barcelona (2014)
252 págs. 23 €.

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